martes, 26 de enero de 2016

ASOMADOS al BALCÓN LITERARIO de “ZALACAÍN”

Trayecto metaliterario de la mano y palabra del 
escritor Santiago Delgado.

Ha sido en “Zalacaín”, lugar literario: de poetas y escritores, de poesía y de palabra en arte, donde se viaja en la noche por expresivo itinerario diverso, a la vez que singular: el escritor que compila, reúne textos propios en torno a autores, épocas, y temas inmarcesibles. Y los ofrece en una siembra de palabras que se rocían desde el iluminado balcón, donde el tiempo se hace presente.

El escritor Santiago Delgado convoca y reúne un puñado de escritos propios, que salpican su extensa historia literaria, así como la pervivencia de los autores y la actualidad refrescada de los propios. 
Un diálogo con los clásicos, con los oyentes y consigo mismo.


Y el grupo de Teatro Leído, “Canna brevis”, en la proclama de los verbos vibrantes: levanta la voz del autor en eco, que emplaza a la conversación con los clásicos y con los contemporáneos.





Santiago Delgado, escritor compila fragmentos de su historia literaria. Ubica y esclarece sentidos y oportunidad de cada pasaje. 
A la vez, coordina las intervenciones.

Tiempo de diálogo y travesía de conmovedora voz.


Comienza con Diana de Paco, (persona-mujer docente, de fundamento escénico y cultural). Abre con dos poemas de Santiago. Los versos envuelven lo eterno; como la incuestionable relación entre la lectura y el amor:

“Aprendemos sentimientos
leyendo a los poetas.
¿de qué otra manera
sabríamos querer?”

Y el otro, en el que justifica por qué el autor se queda con las dos espigas que son los hermanos poetas, Antonio y Manuel:

“Por qué no, darle valor
a la indecisión?
Pero eso sí,
dejadme a los dos Machado”.

Diana, entre otros matices, con su demostrativa lectura, ha conferido a la vez tono íntimo y cotidiano, confidencial y de convocatoria: abierta queda la amplia puerta hacia la acogedora estancia del diálogo ilustrado.
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Manifiestamente, para alcanzar el diálogo, la imborrable cicatriz del conflicto fratricida que, rememorado, evitará su repetición: nunca más una guerra, ni civil ni incivil.
Textos en prosa situados en la sinrazón que nos afecta a todos, que no haya caducidad, para no repetir:

· El exilio de Pío Baroja, escritor señalado con el dedo acusador.

· Y la irritante apariencia de inutilidad de los libros, que no han evitado la lucha: arrebato de León Felipe y templanza de Rafael Alberti.
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La presencia de Federico García Lorca. En las palabras de Santiago, dichas con intensidad modulada y conmovedora, insuperable, por la profesora de poderosa vis dramática, Ángela Sánchez-Lafuente

“Al pie mismito de la misma guerra,
a matarte, los asesinos vienen.
Los muros de tu celda ya retienen
impactos de culata por la tierra”.

Y que nos lleva a otra dimensión, bien distinta, con un soneto dedicado a Jorge Luis Borges, el escritor-poeta que concibió el paraíso como una inmensa e interminable biblioteca:

“Soñó una alta, imposible estantería…”

en la que Ángela redime el episodio anterior de los libros llamados y salvados de la hoguera, en una lúcida llamada al diálogo.
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Y llegó el turno de Garcilaso de la Vega, en los versos de Santiago, cultivados en la armonía vocal de Leticia Varó, (profesora y publicista) de pronunciación fresca y resuelta, de calidez próxima: 

“Reparte su mirar el caballero
entre la flor ajada
y el amplio ventanal atardecido,
de donde llegan, tenues, las acordes
notas del ruiseñor que amó Virgilio”.

Consuma Leticia Varó su emotiva intervención, plena de matices, sobre lo efímero de la existencia en la obra de los hombres, con el recuerdo a la violenta muerte de Garcilaso, poetizada por Santiago Delgado:


“No subáis, caballero,
-le advirtieron muy recio desde dentro
voces premonitoriamente oscuras-
mirad que somos todos hombres libres.
¡Volved, volved, si tenéis cordura!”
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En un brinco y guiño del tiempo, florece el recuerdo para Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, en textos de prosa y poesía obrados por Santiago e irradiados por la también oriolana Sonia Varó, (mujer de mirada de arte y voz áurea), en su voluntad de decir y en la extraordinariamente alcanzada expresividad: 

“Como un homenaje a su memoria, las aladas almas de nata levantaban sus pálidas rosas al aire azul portugués, libre hoy, casi setenta años después”.

Momento singular, hondo y sensible ha sido la expresividad sentida y transmitida de Sonia Varó, derramando las elegíacas palabras de Santiago ante la “Muerte del Poeta”:



 «Cuando ocurrió tu muerte,
ya habrías dejado escrito
sobre el muro de tu celda
aquellos versos:
“Adiós hermanos, camaradas, amigos,
despedidme del sol y de los trigos”.


 La voz enérgica y dulcemente afectada de Sonia resiste e inunda el ámbito para que la muerte no sea madre de la belleza.

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Se oscurecería el círculo de luz sin la que aporta Antonio Machado, poeta y hombre para quien las cosas tienen sustancia y aliento, revelados en la voz segura, encantada y desenvuelta de Pepa Alcaraz:

«En él se sentó,
y acaso leyera unos libros,
algunas cartas,
don Antonio Machado,
poeta que a Castilla cantara
y al sentido puro de las cosas
que son, y que siendo,
son simples, hermosas, claras…»

Y Pepa Alcaraz concluye su magnífica y armonizada intervención con los versos de Santiago, que perpetúan el asombro del instante y la revelación de lo que es el ojo y lo que ve:

«Pero hay ojos que, pareciendo ver, 
no hacen sino ignorar qué es
aquello que ven.
Porque, al cabo,
si los ojos que miran y ven,
no saben, Maestro…
de nada les vale ver». 
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La palabra que cierra el misceláneo recital, en torno a la producción metaliteraria de Santiago Delgado, en las últimas voluntades de Cervantes, está en boca de Charo Guarino, (poeta de fina hondura y cálida voz cercana), para hablarnos del otro Miguel, el de Cervantes, ante el tiempo que deja de existir:

 «Decido ahora, que cumple mi tiempo,
resaltar únicamente
aquellos dones que del Cielo tuve,
y que hicieron de mí hombre discreto,
cabal, honrado y bueno».


Con emotividad a flor de voz aterciopelada, y piel plena de afecto y sentimiento, Charo Guarino nos instala, con el texto de Santiago Delgado, en el adiós a la vida de san Juan de la Cruz:

«…A la hora de maitines, con la noche aún cerrada de luz y abierta de estrellas, Juan, desvelado de ensueños místicos, pregunta por los toques.
¿A qué tocan, hermano? –inquiere al carmelita que lo vela.
—   Son maitines, hermano –contesta el aludido.
Transcurre un eterno instante, y responde Juan:
—   Quiere Dios que hoy los cante en su Compañía».

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Y llegó el final.
Invitado de realce, comparece el poeta SØren Peñalver. Y lo hace en animado diálogo con Santiago Delgado, a quien contribuye, en esta noche, tanto con versos de Francisco de Aldana, poeta español del siglo XVI, 


«…Y porque vano error más no me asombre,
en algún alto y solitario nido
pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre…»

También un poema propio en torno al renacentista poeta aludido.
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Esto ha sido el acto literario en el que, hoy, el escritor Santiago Delgado ha atravesado la apasionante tormenta literaria, con éxito convincente en su quehacer poético de obra puesta en pública y alta voz, en la excelencia del grupo “Canna brevis” en su decir, un decir de imágenes encadenadas, metáforas, significados que acaban siendo sonidos de eternidad, en la recreación del lenguaje, acto que se renueva el diálogo y los libros.


martes, 19 de enero de 2016

GALAXIA DE NOMBRES Y SIGNIFICADOS.

Perturbaciones desde el principio del Universo.

Está fría la mañana. O quizá es que no he dormido bien y ando destemplado. Entro en este edificio oficial. Se avisa en un cartelito que la temperatura está entre 23ºC y 18ºC, porque se es más eficiente, sin incomodidad ni despilfarro.

     —   Vaya allí y pulse el botón de lo que quiere, —me indica el controlador de accesos, eso es lo que pone en el cartelito delante del hombre que viste de uniforme.
       —    ¿En dónde aprieto? —pregunto, por resolver mi ignorancia.

            En esa máquina. Sí, esa. En la pantalla hay cuatro opciones. Pulse la que quiera, de lo que venga a resolver, —me informa con la determinación de quien se sabe el procedimiento.

No noto frío, tampoco calor. Será eso lo de la eficiencia energética. Me acerco a la máquina, la miro, el aparato creo que me mira con cuatro ojos, leo lo que dice la pantalla:


“¡Y yo qué sé…!” —pienso. Ganas me dan de “pinto, pinto, gorgorito…”. Lo hago. Pulso, uno tras otro, los cuatro círculos. ¡Y me salen cuatro papelitos!, con lo mismo que pone en los rectángulos de la puerta y, además, un código. Lo que me temía, que esto es el inicio de un jeroglífico. Porque un mensaje... no es.

No me aclaro: no sé que tengo que hacer ni a dónde ir.

Al entrar, los rótulos de la puerta me ha parecido contraseñas más que información; nombres que suenan a mitos, a los que resulta difícil encontrarles significado, porque no sé a qué se refieren. 
Evidentemente, tengo un problema de conocimiento que me lleva a la ambigüedad, no sé si por ignorancia sobre los nombres de lugares oficiales. No me lo enseñaron y esto debe de pertenecer a una galaxia desconocida. No me evocan imágenes. Será escasez de sensibilidad en la visión, por lo que no acierto ni encuentro la palabra justa.

Consejería de Desarrollo Económico, Turismo y Empleo”, 
¿aquí darán consejos sobre eso que dice?

Pero aún me despisto más, porque opino pura creencia que no se corresponde lo primero con esto que hay a continuación:

Dirección General de Actividad Industrial, Energía y Minas”.

Pienso que la industria en relación con lo económico, vale, sí. 
Pero el turismo con la energía y el empleo con las minas, me pierdo, no sé... 
Bueno, también puede ser que, ahora, las minas son lugares de incursión turística. Se ha perdido la actividad industrial y el empleo de los mineros, pero, a lo que parece, se gana el de los guías para visitas. 
No me atrevo a comentarlo ni a preguntar.

Hay bastantes personas que esperan en la sala, sentadas en unos amplios bancos dispuestos en tres filas, de cara a un panel electrónico que muestra, en cada línea horizontal, ¿por qué me lleva esto a recordar la caverna, de Platón? tres conjuntos de cuatro caracteres, combinación de letras y números, que asignan orden y lugar para ser recibido por un funcionario, o funcionaria, que atienda y resuelva. Indudablemente, aquí se hacen gestiones que me resultan complicadas, oscuras.

Tras un breve señal acústica de timbre, dejan de mirar a la pantalla del móvil, ("guaseando", supongo), y en el estímulo sonoro, orientan su mirada vacía hacia el panel, donde se indica que una nueva persona puede acceder a la cabina para que se le atienda su demanda. 
Y ¿qué solicitudes son esas?

El panel colgado del techo sigue imparable, y cambia la información por medio de luces, el último turno, el de más arriba, está en rojo parpadeante.


“¿Qué mesa me tocará? Porque tengo cuatro papeles. ¡Cómo me salgan los cuatro a la vez!”, medito, ya que se me han imprimido cuatro papeles distintos, mientras examino y compruebo qué letra es la de cada uno de los míos y por qué número va.

El primero que sale es el de información general “A021”, pero en la mesa 02.
    ¡Buenos días! —saludo al funcionario.

 —  ¡Buenos días!, —me responde y pregunta—, ¿qué desea?


    Pues verá, yo venía a informarme generalmente.


    ¿Sobre qué? Usted me dirá.

      Pues según de lo que informen aquí.
  
      Oiga, señor, no entiendo el motivo de lo que viene a preguntar, —me dice con cierta sequedad expresiva.


  Pues, por ejemplo: ¿por qué dice ahí que esto es la Consejería de Turismo y Empleo y a mí me sale lo de Energía y Minas? —le enseño el papel.


    Aquí sólo tratamos de Industria, Energía y Minas.

  Ya me parecía a mí que no tienen que ver con ‘Turismo’, pues no he visto folletos de viajes y cosas así, —le digo.


 Perdone, pero no sé por dónde va y qué es lo que quiere, —noto su tono molesto.


    Es que como dice aquí que ustedes informan generalmente…

  Pero solo de asuntos de esta dependencia: Industria, Energía y Minas, —me insiste.

    Pues mire usted, yo de industria no quiero hablar, pero sí que ya me falta energía.

  ¿Tiene usted problemas con el suministro eléctrico en su casa? ¿O con la instalación del gas?

     No, no: yo soy el que tengo cada vez menos energía.

El empleado se remueve inquieto en su silla, se agarra a la mesa, observa el ordenador. Nervioso, toca una tecla, luego pulsa otra…, mira a un lado y a otro, buscando la mirada salvadora y cómplice de algún compañero o compañera. 

Se ve que la temperatura ambiente es demasiado alta, porque se afloja el cuello y resopla. Habrá que revisar lo de la eficiencia energética. Finalmente me dice:

  Oiga, por favor, ¿qué busca usted aquí? Porque creo que anda usted algo extraviado.

  No, no: le he dicho que me faltan ya las fuerzas. Quiero ser una persona con energía, tener energía.

Respiro esto como que es mi caso, mi testimonio, soy protagonista. También las personas que me hablan son protagonistas. 
Prefiero el diálogo, fuente viva, a los documentos.

 Eso, perdone que le diga, no se trata aquí. Vaya usted a su médico, al centro de salud, y se lo comenta, ¿vale? —me responde alzando la voz, un tanto nervioso.

      ¿Y si el médico no tiene de eso?

    Pues vaya usted a la farmacia, que seguro que tienen algo que ofrecerle.

  ¿Ve? Ya me está dando usted información. Como dice aquí “información general”, lo mismo me puede decir algo de estudios de Formación Profesional, lo he pensado por eso de que ahí arriba está la palabra “Empleo”, y mi nieto ya va necesitando uno.

     Mire, señor, no le entiendo, —se remueve en su asiento, y mira al guardia de seguridad—. Lo que quiere saber de estudios, eso tiene que ir a Educación. Aquí nos dedicamos a otras cosas, y está entorpeciendo el trabajo, hay gente esperando…

      ¡Oiga! ¡que educación, tengo! No le estoy faltando al respeto.

      Por favor, por favor… —dice con las palmas de la mano como pidiendo tranquilidad—. Escúcheme y terminamos.

 Creo que usted se ha equivocado de sitio donde preguntar. Vaya a su médico, o la farmacia, por lo de la energía. O, si es por estudios, a la Consejería de Educación, o a un Instituto… Aquí solo podemos informar de los asuntos de este departamento, ya se lo he dicho: Industria, Energía y Minas.

    ¿Hay minas disponibles? Lo digo porque si yo quiero comprar una mina, o abrir una nueva…
                    
 Tiene que traer la escritura de propiedad de los terrenos, —resopla el funcionario-, donde está, o estará, la mina. Y cumplimentar la documentación de solicitud, junto con el proyecto de explotación.
   ¿Explotación? Yo no quiero que explote. Una mina para explosiones… ¡Vaya cosas…! Yo creía que esto era un servicio público, no una fábrica de fuegos artificiales.

    Me va usted a disculpar, pero voy a tener que llamar a seguridad…

    ¡Eso, eso es lo que quiero! Estar seguro.

  ¿Algún problema? —dice la recién llegada, funcionaria también, supongo.


  No, nada; Ya me he informado. Pero no sé si tengo que pagar alguna tasa por ello.


El funcionario que me atendía se levanta y va hacia el mostrador del controlador de accesos. Aquí se queda esta mujer, que me dice:

     No hay nada que pagar. ¿Quiere algo más?

     Pues ¿qué hago con estos papelitos de ‘Registro’ y de los ‘Boletines B T’?

     No se preocupe. Como no tiene nada que registrar…
    
  Eso, eso es, que no me registren, ¡que no soy ningún delincuente!
    Vale, señor, no se preocupe. Ya se puede usted marchar.
   
Algo me pasa. Porque alguien me zarandea con golpecitos, me llama:

     Señor, oiga, señor…

     ¿Sí…? ¿Qué pasa?

El guardia de seguridad está enfrente de mí, con su mano en mi hombro.

     Es que es hora de cerrar. ¿Quería usted algo?

     Me he dormido, ¿verdad?

     Pues sí, lleva usted dormido un buen rato ya.

     Más de dos horas, —consulto el reloj—. Se está calentito aquí.

      ¿Qué venía usted a hacer?

 Sólo venía a presentar unos papeles que me ha pedido el favor mi vecino…, pero creo que me los he dejado en casa. Papeles que desconozco lo que quieren. Usted perdone.

¿Es un filtro o realmente ocurrió?

     No se preocupe. Espero que usted esté bien.

   Sí. Ya me voy.