viernes, 14 de septiembre de 2018

Título a la exposición del artista José Antonio TORREGAR: "Nascentes morimur"


Nascentes morimur

        Axioma categórico para nombrar la exposición del artista José Antonio Torregar, en la Capilla del Rectorado de la Universidad de Murcia (Edificio Convalecencia)

"Desde el momento en que nacemos comenzamos a morir".

   
Ya rueda la temporada artística de la Universidad de Murcia, movilizada en torno al arte contemporáneo. Así lo manifiesta don Francisco Javier Martínez Méndez, Vicerrector de Calidad, Cultura y Comunicación.
    Expone Torregar, artista indiscutible, de inspirada altura conceptual, con una larga trayectoria relacionada con la Universidad de Murcia, que señalaron tanto el vicerrector como el Comisario de la exposición y Coordinador de Cultura, Francisco Javier Caballero Cano.
  
      En su intervención, entre otras líneas de referencia su la obra, Torregar fundamentó que el impacto que produce se recibe e interpreta con la libertad de cada quien.
       En esta ocasión, además, se resalta las vinculaciones entre el arte y la filosofía.
Torregar, al situar la lámpara encendida del arte sobre la vanidad humana, evoca y alude a la inevitabilidad de la muerte, que exploran los filósofos de la existencia, intelectuales y literatos, en torno al paso del tiempo, la fugacidad de la vida.

Ello trae hasta aquí, someramente, el pensamiento del filósofo alemán Martin Heidegger, para quien la muerte es parte constitutiva de la vida del ser del hombre. El hombre desde que nace comienza a morir, comienza a vivir con la muerte.
  
El artista ha explicitado la influencia de las características de la Capilla de Convalecencia y, con ello la búsqueda de espacios e itinerarios distintos a los que se recorre con la pintura.

    Torregar sitúa su punto de partida, germen y principio de la vida en el nido de los huevos áureos, la vida en potencia, la enérgeia de Aristóteles.
  
Al observar los huevos, descubrimos que algunos de ellos son calaveras: el nido es simultáneamente sarcófago, modelo de la vida como movimiento incesante, Alfa (principio, huevo) y Omega (fin, calavera).
Concepto intelectual, cabeza en esqueleto, símbolo de la muerte, muestra la visión moral, pues considera el artista el absurdo de la vanidad ante las riquezas mundanas.
Conecta, además del señalado pensamiento de Heidegger, también con la influencia de los filósofos franceses Jean Paul Sartre (El ser y la nada), y Albert Camus (filosofía del absurdo).
Y con lo que el escritor Jorge Luis Borges, en su relato El inmortal, habla del sentido de la vida, ante lo que el hombre se sabe como un ser mortal, finito.

Ante la percibida inflexión de los huevos y el nido, (el vicerrector habló de una primera impresión como corona de espinas), se hace más explícito que Torregar está más cercano a las tesis de la filósofa Hannah Arendt (ser para el nacimiento) que de las de Heidegger (ser-para-la-muerte)
     
Si se habla de nacimiento no se puede excusar el compromiso con la muerte. El hombre como ser biológico nace y muere. El inicio interminable se renueva gracias a la natalidad. La continuidad incesante es la natalidad.
     Ello supone que consideramos al hombre como ser destinado a comenzar y continuar, (como piensa Hannah Arendt), y que la meditatio mortis es humana, y asoman los tiempos en que el hombre se pregunta sobre la existencia.
    

La obra de Torregar, propuesta tridimensional y corpórea, que parte del enorme nido elaborado por el artista: la vida y la muerte concentradas en un mismo lugar.

Un espejo colgado devuelve la imagen de la obra desde lo alto, y que pudiera imaginarse la caída, una alegoría más.

Todo ello subrayado y envuelto con una música ambiental hecha de variaciones de latidos de corazón.

Hay que verlo.