Nascentes morimur
Axioma categórico para nombrar la
exposición del artista José Antonio Torregar, en la Capilla del Rectorado de la Universidad de Murcia (Edificio
Convalecencia)
"Desde el momento en que nacemos comenzamos a morir".
Expone Torregar,
artista indiscutible, de inspirada altura conceptual, con una larga trayectoria
relacionada con la Universidad de Murcia, que señalaron tanto el vicerrector
como el Comisario de la exposición y Coordinador de Cultura, Francisco Javier
Caballero Cano.
En su intervención, entre otras líneas
de referencia su la obra, Torregar
fundamentó que el impacto que produce se recibe e interpreta con la
libertad de cada quien.
En esta ocasión, además, se resalta las
vinculaciones entre el arte y la filosofía.
Torregar, al situar
la lámpara encendida del arte sobre la vanidad humana, evoca y alude a la
inevitabilidad de la muerte, que exploran los filósofos de la existencia,
intelectuales y literatos, en torno al paso del tiempo, la fugacidad de la vida.
Ello trae hasta
aquí, someramente, el pensamiento del filósofo alemán Martin Heidegger, para
quien la muerte es parte constitutiva de la vida del ser del hombre. El hombre desde que nace comienza a morir, comienza a vivir
con la muerte.
El artista ha explicitado la
influencia de las características de la Capilla de Convalecencia y, con ello la búsqueda de espacios e itinerarios distintos a
los que se recorre con la pintura.
Torregar sitúa su
punto de partida, germen y principio de la vida en el nido de los huevos
áureos, la vida en potencia, la enérgeia de
Aristóteles.
Al observar los huevos, descubrimos
que algunos de ellos son calaveras: el nido es simultáneamente sarcófago, modelo
de la vida como movimiento incesante, Alfa (principio, huevo) y Omega (fin,
calavera).
Concepto intelectual, cabeza en
esqueleto, símbolo de la muerte, muestra la visión moral, pues considera el
artista el absurdo de la vanidad ante las riquezas mundanas.
Conecta, además del señalado pensamiento
de Heidegger, también con la influencia de los filósofos franceses Jean Paul
Sartre (El ser y la nada), y Albert Camus (filosofía
del absurdo).
Y con lo que el escritor Jorge Luis
Borges, en su relato El inmortal,
habla del sentido de la vida, ante lo que el hombre se sabe como un ser mortal,
finito.
Ante la percibida inflexión
de los huevos y el nido, (el vicerrector habló de una primera impresión como
corona de espinas), se hace más explícito que Torregar está más cercano a las
tesis de la filósofa Hannah Arendt (ser para el nacimiento) que de las
de Heidegger (ser-para-la-muerte)
Si se habla de nacimiento no se puede excusar el compromiso con la muerte. El hombre como ser biológico nace y muere. El inicio interminable se renueva gracias a la natalidad. La continuidad incesante es la natalidad.
Ello supone que consideramos al hombre
como ser destinado a comenzar y continuar, (como piensa Hannah Arendt), y que
la meditatio mortis es
humana, y asoman los tiempos en que el hombre se pregunta sobre la existencia.
Un espejo colgado devuelve la imagen
de la obra desde lo alto, y que pudiera imaginarse la caída, una alegoría más.
Todo ello subrayado y envuelto con una música
ambiental hecha de variaciones de latidos de corazón.
Hay que verlo.