lunes, 30 de abril de 2018

Libro clásico: Luz permanente y puerta abierta. 23 de abril, Lectura de la ILÍADA

ILIADA: lectura coral y canto contra la Guerra.
¿Quién provoca el espanto que es la guerra?
     
       Los clásicos de todas las épocas son libros vivos que iluminan y evolucionan con el paso del tiempo y, consecuentemente, posibilitan interpretaciones y creación en cada tiempo presente.
    

(Eurípides, cuatrocientos años después de La Ilíada, y basada en ella, escribe la tragedia “Hécuba”, esposa del rey Príamo, madre de Héctor y de Paris, simboliza el tremendo dolor de perder a los hijos en la guerra. Se trata de un mito y, como tal, la tradición ofrece diversas versiones. La guerra de Troya, desde el punto de vista de las mujeres de los héroes, las grandes perdedoras. Cuando Troya cae en manos de los griegos, las mujeres troyanas les son entregadas. Llanto interminable por la guerra, por la derrota, por las pérdidas y un llanto también por el infortunio. Lo que engendra nuevos dolores y la cadena de violencia seguirá repitiéndose por los siglos).

Espacio abierto, ágora de  cultura y de vida social, flanqueada por edificios públicos importantes, con pórtico columnado.
23 de abril, “Día del Libro”, siempre es tiempo de leer, en voz alta, al aire libre. (Seguro que avanza la lectura del libro —o libros— que adquirimos).



    La doctora Charo Guarino llama a la participación en la lectura de La Ilíada y agradece la presencia de todos los asistentes.  


    Anuncia  el guion para la  ordenación del tiempo de lecturas.

“Canta la cólera, oh diosa, de Aquiles Pelida,
cólera funesta, que causó incontables dolores a los aqueos 
y precipitó al Hades tantas almas valerosas
de héroes, a quienes convirtió en pasto de los perros 
y de las aves todas. Y se cumplía así la voluntad de Zeus”.
[Fragmento de Iliada]


 La ubicación de la escena, frente a la Biblioteca “Nebrija”, y con fondo de la pared del Paraninfo, —Campus universitario de La Merced—.
      La Ilíada, en vez de glorificar al héroe ideal es extraordinariamente equitativa, lo hace con los griegos y los troyanos, vencedores y vencidos.

    En busca de Homero.
       El poema de Homero contiene el argumento clásico de una tragedia: el motivo que hace a los hombres antagonistas, (iniciado en la huida de Helena a Troya), y la humanidad y coraje de Príamo, padre que quiere hacer el funeral del hijo Héctor, invoca qué es ser un hombre.
      
     El fundamento de la convocatoria, una lectura bella y difícil: las palabras de La Ilíada, de Homero, comienzo de nuestra cultura, (siglo VIII a. C.), hito singular del período clásico. Fragmentos para lectura, acogidos libremente. También aportaciones y comentarios, investigación, crítica y poemas sobre el libro griego inaugural y básico.
   
     La Ilíada contiene emociones ricas en detalles y complejidad desde varios puntos de vista. Épica, dolor, nobleza, orgullo y humanidad que habitan en el corazón del ser humano. Aquiles, héroe que mató a Héctor y conquistó Troya. Lo que parece ser el trabajo y el honor de una cultura de guerra se convierte en lo contrario. ¿Dónde está el misterio la eternidad de un mito, de un héroe?
     

Charo Guarino, profesora de Lenguas Clásicas, actuó como maestra de ceremonia.










Respaldo e implicación del Departamento de Lenguas Clásicas y de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC),  María Teresa Beltrán Noguer
        
       El viento se arremolinaba en vórtices y pretendía molestar en el acto. Eolo, dios de los Vientos, a quien Zeus le otorgó el poder de aplacar y provocarlos, merodeaba. En la cultura griega, el viento es medida de rapidez. Los seres míticos se desplazan, según, a la velocidad del viento o la del pensamiento.

Y allí estuvieron los lectores y atentos escuchantes, durante más de 4 horas.

    "Respondióle Tetis, derramando lágrimas:
      ¡Ay hijo mío! ¿Por qué te he criado, si en hora aciaga te di a luz? ¡Ojalá estuvieras en las naves sin llanto ni pena, ya que tu vida ha de ser corta, de no larga duración! Ahora eres juntamente de breve vida y el más infortunado de todos. Con hado funesto te parí en el palacio. Yo misma iré al nevado Olimpo y hablaré a Zeus, que se complace en lanzar rayos, por si se deja convencer. Tú quédate en las naves de ligero andar, conserva la cólera contra los aqueos y abstente por completo de combatir. Ayer fuese Zeus al Océano, al país de los probos etíopes, para asistir a un banquete, y todos los dioses le siguieron. De aquí a doce días volverá al Olimpo. Entonces acudiré a la morada de Zeus, sustentada en bronce; le abrazaré las rodillas, y espero que lograré persuadirle.
    

   Dichas estas palabras partió, dejando a Aquiles con el corazón irritado a causa de la mujer de bella cintura que violentamente y contra su voluntad le habían arrebatado".








"Replicó Hera veneranda, la de los grandes ojos:
        ¡Terribilísimo Cronida, qué palabras proferiste! No será mucho lo que te haya preguntado o querido averiguar, puesto que muy tranquilo meditas cuanto te place. Mas ahora mucho recela mi corazón que te haya seducido Tetis, la de los argentados pies, hija del anciano del mar. Al amanecer el día sentóse cerca de ti y abrazó tus rodillas; y pienso que le habrás prometido, asintiendo, honrar a Aquiles y causar gran matanza junto a las naves aqueas".    [el poeta SØren Peñalver]


Contestó Zeus, que amontona las nubes:
¡Ah desdichada! Siempre sospechas y de ti no me oculto. Nada, empero, podrás conseguir sino alejarte de mi corazón; lo cual todavía te será más duro. Si es cierto lo que sospechas, así debe de serme grato. Pero, siéntate en silencio; obedece mis palabras. No sea que no te valgan cuantos dioses hay en el Olimpo, si acercándome te pongo encima las invictas manos.

   [El periodista y poeta, Juan Tomás Frutos].
                 
      Tal dijo. Hera veneranda, la de los grandes ojos, temió; y refrenando el coraje, sentóse en silencio. Indignáronse en el palacio de Zeus los dioses celestiales. Y Hefesto, el ilustre artífice, comenzó a arengarles para consolar a su madre Hera, la de los níveos brazos".
  
       La ‘Ilíada’, la guerra de todos nosotros. ¿Es un libro contra la guerra?

       Homero refleja la muerte de cada uno de los participantes en la batalla como algo terrible, triste, trágico. Todos sufren a causa de la guerra. Una de las escenas más famosas y más bellas de la Ilíada es cuando Héctor se despide de Andrómaca y de su hijo pequeño. Homero nos muestra que la guerra afecta a cada vida que toca.

Seis puntos cardinales para vivir la importancia de la Ilíada

Docencia, planes de estudio

Cultura: libro vivo y vigente







Interpretación de frases y textos


ILÍADA





Contenido y actualidad


Organización de lecturas

Participación


    Así, una escena importante es, en el canto noveno, el momento de la embajada, cuando los griegos visitan a Aquiles para rogarle que regrese a la batalla y le ofrecen regalos muy valiosos. Les deja con la palabra helada cuando les manifiesta que su vida es mucho más valiosa que cualquier obsequio. Ese es el mensaje central de la Ilíada, un poema sobre la guerra, que concluye en que no hay ninguna recompensa para el héroe que muere en el campo de batalla.

Una ‘Ilíada’ para el futuro

Homero habla y su voz viene de lejos, atraviesa 29 siglos con veinticuatro cantos, dedicados a todos esos mortales, semidioses y dioses. De los hombres reencarnados, uno se llama Agamenón, otro Aquiles, otro Ulises, más allá otro llamado Héctor…  
         Los aqueos descansan en las playas de Troya. Los troyanos descansan entre sus muros del asedio de los aqueos. Los dioses intervienen constantemente a favor de uno y otro bando. El centro de la narración es en el enfrentamiento entre dos héroes, el griego Aquiles y el troyano Héctor… La Ilíada, piedra angular, es un canto a la belleza de la guerra, al valor, a la astucia, al dolor, a la insensatez, a la amistad, a la compasión. A la paz. Y al amor.

     El conocimiento de las obras clásicas grecolatinas nos mueve a hablar de los personajes como si fueran nuestros vecinos, en una permanente invitación a la alegría del conocimiento y con rigor.



      Hay quienes creen que los clásicos no son de fácil lectura, y están mantenidos por una retórica académica. Los estudiantes y, también, gran cantidad de ciudadanos no frecuentan los libros de muchas páginas, atrapados por mensajes mínimos y rápidos en diversas pantallas.

Príamo llamó a Helena y le dijo:
             Ven acá, hija querida; siéntate a mi lado para que veas a tu anterior marido y a sus parientes y amigos (pues a ti no te considero culpable, sino a los dioses que promovieron contra nosotros la luctuosa guerra de los aqueos, y me digas cómo se llama ese ingente varón, quien es ese aqueo gallardo y alto de cuerpo. Otros hay de mayor estatura; pero jamás vieron mis ojos un hombre tan hermoso y venerable. Parece un rey.  
    


Contestó Helena, divina entre las mujeres:
    
Me inspiras, suegro amado, respeto y temor. ¡Ojalá la muerte me hubiese sido grata cuando vine con tu hijo, dejando, a la vez  que el tálamo, a mis hermanos, mi hija querida y mis amables compañeras! Pero no sucedió así, y ahora me consumo llorando. Voy a responder a tu pregunta: Ese es el   poderosísimo Agamenón Atrida, buen rey y esforzado combatiente, que fue cuñado de esta desvergonzada, si todo  no ha sido sueño.
   

¡Salud, heraldos, mensajeros de Zeus y de los hombres! Acercaos; pues para mí no sois vosotros los culpables, sino Agamenón, que os envía por la joven Briseida. ¡Ea, Patroclo, de jovial linaje! Saca a la moza y entrégala para que se la lleven. Sed ambos testigos ante los bienaventurados dioses, ante los mortales hombres y ante ese rey cruel, si alguna vez tienen los demás necesidad de mí para librarse de funestas calamidades; porque él tiene el corazón poseído de furor y no sabe pensar a la vez en lo futuro y en lo pasado, a fin de que los aqueos se salven combatiendo junto a las naves.
[El doctor y profesor de francés Jerónimo Martínez Cuadrado]
     Los libros que calificamos como “clásicos” no fueron escritos para ser estudiados y venerados, sino ante todo para ser leídos. Los grandes clásicos no requieren lectores muy selectos ni con título especial, sino inteligentes y despiertos, porque versan sobre aspectos esenciales de la condición humana. Lo que mantiene nuestra lealtad a la Ilíada y la Odisea como clásicos vivos no es su trasfondo histórico, sino los mitos heroicos con perspectiva trágica.
 
Una ocurrencia que puede cristalizar en idea y concluya en proyecto y convocatoria: Club de Lectura interactiva de obras de la antigüedad clásica grecolatina. En los clásicos está lo esencial, los grandes conflictos del hombre, sus dolores y esperanzas. Lo que importa es entrar en los clásicos poco a poco.

 Lo característico de los clásicos es que su lectura deja siempre en la memoria una huella y agudizan nuestra mirada sobre aspectos importantes de la vida. Hay evidentemente clásicos más fáciles de leer, es decir, textos en los que el lector entra fácil y queda pronto atrapado por su singular encanto, claro estilo y su fantasía o su emotividad. Como ejemplos, la Odisea, los poemas de Safo, El banquete de Platón, por citar algunos.

Releer a los clásicos hace entablar o proseguir el diálogo con ellos. Los clásicos siguen ahí, aún nos hablan y son de trato amable.
  
Las portadas de los libros de obra clásica contienen símbolos que llaman la atención. El lector de los clásicos no debe conformarse con lo académico. A su lectura debe añadir un esfuerzo personal para llegar al conocimiento auténtico de lo que contiene La Ilíada o el libro que corresponda. Y que estos actos de lectura pública y al aire libre no se queden en un destello de la luz sobre el atardecer. Y todo con la fuerza del pensamiento crítico, porque es imposible amar o comprender una obra que no se conoce.

¡Enhorabuena!

Hay que  felicitar a la coordinadora y responsable del acto, la Dra. Charo Guarino, profesora de Latín, y todos quienes han colaborado activamente, por el éxito alcanzado en esta edición y para que anime con nuevos proyectos, implicando a más personas, y seguir en años sucesivos con la Ilíada, con la Odisea, con Ovidio
    
       Una vez abierta la puerta y la lumbre que se enciende: mantengamos el fuego.