Me regalaron este libro de poesía.
Lo he considerado motivo suficiente para contar lo que ha sido su lectura.
“El verso es
aventura interior”
dice el autor, que nos sitúa en la perspectiva de
la labor poética con una definición de lo que son los versos:
“Hacedores de sueños son los versos velados.
Contadores de cosas son los versos
lejanos.
Heridores del alma son los versos
amantes”.
De su biografía, brevemente, señalar los
rasgos ineludibles: nació en Murcia en 1936 y falleció en 2014, a los 77 años.
Su formación literaria, musical y docente, -Licenciado en Filosofía y Letras por
la Universidad de Murcia; profesor de Literatura y de Música en institutos de
Bachillerato de la región-, y la presencia
y contemplación de la obra pictórica en su elaboración y resultados son
cualificados hitos biográficos de influencia en la composición de este libro, del que aquí se habla.
Hijo de pintor, una cima de su trabajo
literario es la obra en prosa: "Almela Costa. Los cuadros de mi padre",
en la que ofrece sus observaciones en torno a los cuadros, desde el
conocimiento, el entusiasmo y la afectividad.
De su inclinación a escribir poesía, publicó
sus libros: "Ardiente soledad",
"Esta luz penetrada" y "Los días y las horas". Hablaremos
aquí de este último.
Este libro no es una imagen, sino un caleidoscopio, en cuyo juego de
espejos se van desplegando detalles de la vida y de la obra de este poeta.
«Los
días y las horas»
es un libro poético de enorme complejidad. La poesía
de A. Almela se sitúa en la distancia entre la intimidad y la frontera, con
un discurso abierto a la reflexión y al matiz.
El autor se sienta en la silla del
balcón, y proyecta su interior en las cosas. Desde el mirador, donde también
tomen asiento la luz y la voz.
Se ha sentado a vivir porque “la habitación me grita que era joven y eterno”.
El esfuerzo en la palabra: Luz y voz es la Poesía.
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Adentrarse en este libro es todo un
descubrimiento. Poesía íntima y personal, para la inmensa minoría, que decía Juan
Ramón Jiménez.
INFLUENCIAS impregnadas.-
Los conceptos que utiliza Antonio Almela los encontramos inspirados en, al menos, dos fuentes entretejidas:
los mitos clásicos, por una parte, y la influencia de la obra de poetas como Rainer
Mª Rilke, Rubén Darío y san Juan de la Cruz, por otra.
“La razón del
silencio es el poema
si en la entrada del verso
duerme el ángel”.
(escribe Antonio).
Un ejercicio práctico para la
transmisión de las ideas es ayudarse de un dibujo. Es un procedimiento, nada
más.
Pienso en una figura octogonal en cuyos
vértices se sitúan las que considero preocupaciones vitales y poéticas de Antonio Almela.
Las fuerzas confluyentes en el octógono se
encuentran trenzadas, en relación. Primero, en la palabra; luego, en la música,
que se mueve en tonos de cuerda, en límites de lo cantable.
Emprendo esta aventura desde una
distribución geométrica.
1.-
Soledad / ausencia / esfuerzo.
Conceptos
clave en la poesía de Antonio Almela, sabio escéptico, cuyos temas se
irradian unos a otros.
Define la soledad:
“La soledad
es nieve en inconsciente abandono
que un
pausado horizonte deposita en la frente,
azotea
otoñal de la memoria.
La soledad
es tierra amontonada de olvido
que un polvo
pusilánime uniforma en la nada,
pesadumbre
del alma y la distancia”.
El esfuerzo es necesario para que la
palabra suene en el interior y surja desde la soledad. No hay que callar:
“El silencio
es escombro de mi esfuerzo.
El esfuerzo
es mi casa y se rebela”.
La ausencia prueba la soledad y, en la
carencia, propone que el espacio se amplíe.
2.-
Lo Cotidiano.
El vocabulario, el modo de hablar es signo que caracteriza y evidencia a
la persona ante los demás, por la educación recibida y asimilada. Somos
reconocidos por el estilo de las palabras que usamos habitualmente en lo que se
escribe.
Esfuerzo poético en la cotidianidad y bajo
el símbolo del sol, la luz. Donde son claves los espacios concretos:
habitación, cuarto, alcoba… Y el cielo:
“El cielo es incesante como el mar”.
“La
conciencia del cielo es lo infinito”.
3.-
El Tiempo.
El tiempo lo preside todo:
“el tiempo es
un ave derivando a otro nido”.
El tiempo, regulado por los libros:
“las filas
inquietantes con orden de los libros
alinean la
fe de la tierra y la eternizan”.
El reloj es el “Palacio del tiempo”
“en la casa
es relato humanizado el reloj”
“… y es
vitrina del tiempo”
Paso del tiempo y de la pasión transformada:
el tiempo pasa, pero se sigue amando/deseando.
Tres actos hechos poemas, con claves comunes:
· El tiempo de amor y erotismo.
· La edad tardía, otoñal,
· Y nostalgia de la
adolescencia.
Llama a que el
camino del tiempo sea mudable, “De la eternidad a la vida”, porque “La tarde eterna que me
inunda”.
4.-
Memoria.
Para el poeta, “El cansancio intenta recrear la memoria”
“La memoria no entraña recuerdos, es la forma del tiempo
lastimado”.
Amor juvenil contemplado desde el hombre
maduro:
“Mi secreto
construye tu figura”,
“…agrisa su trazo tu clara adolescencia”.
En la afirmación, hasta la niñez se
amplía en la nostalgia: timidez de la edad, justificación de sentimientos.
“… mi ser de
niño está fuera del tiempo”
Y la adolescencia es
“Jazmín de
soledad,
rapto amable del trino,
brillo y rumor del mar,
vidrio azul del tejado de la noche”.
5.-
Naturaleza.
La
Naturaleza que predomina en Antonio Almela es, sobre todo, la cultivada. Aunque
señale al bosque, él habla de jardín, de hiedra, de árboles y plantas en donde
la mano del hombre se manifiesta.
El jardín es metáfora del Amor: se hace.
Como la memoria, “Los recuerdos son seres
mudables…”
el amor y el jardín se inician y se cuidan, evolucionan.
Dedica un poema al Jardín de Floridablanca,
en otoño, momento de pasión y sensualidad, “jardín
otoñal”,
lugar físico y anímico donde se encuentran los labios en los besos:
“Tus labios
son el hilo que cose mi universo.
Tus labios
son el beso y la noticia del mundo.
Tus labios
son el reino donde olvido mi frente”.
Cuando
habla de elogio de la rama, el poeta se funde
con ella, pues la rama es el hombre: “Rama asomada al río” que mira el tiempo y el agua que
pasan.
Ejemplo
es el olivo, metáfora del mundo:
“El olivo es un brazo fatigado y esfuerzo
de la tierra que alarga sucesivo la llanura…”
O el ciprés inclinado, decadente, enfermo… que avisa de la desaparición.
Al igual que de la joven palmera.
6.-
La Música y la Pintura en la poesía.
Aunque el silencio es un buen compañero,
la música juega un papel destacado en la vida de Antonio Almela y se manifiesta en su quehacer
poético, ve lo estético en lo ordinario. Y que “la melodía es júbilo en
los labios, mansedumbre y lejanía…”
Habla de lo que
bien conoce: La Música, en la que los instrumentos musicales se humanizan y
cobran vida:
“…el canto otoñal del tañido de la tarde”
en el momento del ocaso, “la estructura impaciente de la tarde”, las palabras
suenan como la música de “El violoncelo”,
(bellísimo, quizá el poema más conseguido y que más impacta), por los sonidos
de sus cuerdas.
El poeta manifiesta debilidad inclinada
por los instrumentos musicales. Su predilección es el violoncelo, instrumento
que le incendia el sentimiento. Hablando de él, consigue hallazgos expresivos y
musicales: “…construir la ondulación
del sosiego”,
la intensidad de uno o más sonidos puede ser aumentada o disminuida de forma
paulatina.
“Tiene cuerpo
de llama el violoncelo
e incendia
el sentimiento”.
Amor y violoncelo: abrazado y
acariciado, como cuerpo de amante. Para un final apoteósico: una tarde de amor,
donde la música es la que fluye del río.
“Siempre
canta en la vida un violoncelo y te incendia
si estás
solo a la tarde”.
El violín también es de su estima, y lo
define como “Torre Eiffel del sonido”.
La Flauta, en un poema complejo, le
despierta emociones: sonido de plata, venganza de los agravios del silencio y mece
los campos de espigas “…si la flauta es poesía y
galantea los sueños”.
De la trompeta dice que es “Sonido que apacigua la noche”, “sonidos
desolados, trompeta del dolor”.
El poeta llama a la guitarra: “rumor del agua oculta, voz de los álamos. Y melodioso
brocal de intimidad.
En su concordancia entre instrumentos musicales y sentimientos concluye
con “La pasión
es murmullo en el arpa de la duda”.
El cuadro/pintura
es generador de poemas. La poesía es pintura que habla.
“Siempre el
arte es eterno y necesario
y el hombre
condiciona su tiempo a la belleza
si prolonga
la noche el pensamiento”.
La fuente es lugar iniciático de inteligencia
y sabiduría:
“Sabe el agua
el secreto de la tierra”.
“En la fuente
nacieron los ídolos del alba.
Su lenguaje
es el canto de los poetas ciegos.
Ellos suelen
saber el lugar de la palabra”.
La casa vieja es un espacio conocido: es la casa del pintor que define y
recuerda: “La
casa era un espacio de amor y bodegones”.
7.-
Deseo de felicidad.
El poeta tiene
que sobrevivir a sus palabras, que narran también cómo se rompe la continuidad
de las vidas. Y los efectos del amor inesperado y milagroso.
Hay otros poemas
que hablan de lo conocido, de lo común, que hace sentir poderosamente la
humanidad más carnal.
8.-
Sentido del Amor.
La manera en que el poeta se enamora es
clásica y a la vez contemporánea: Antonio Almela, como personaje de su propio
poemario, se queda prendado de un ideal.
El ser humano habla y razona, muestra sensibilidades, crea afectos.
“…el amor de
la palabra condiciona mis horas…”
“…tus pómulos,
casa y ardor del beso”
Tema universal es el amor que ha ocupado al hombre desde los comienzos de
la historia. Los filósofos, poetas y novelistas han puesto estos temas en el
centro de su reflexión o desarrollo. Con misticismo, como en san Juan de la
Cruz.
El amor necesita un “tú”.
“Más allá de
la fértil razón de tu hermosura,
donde
comienza el clima alevoso de mi aliento,
los pámpanos
perpetuos del deseo
olvidan sus
zarcillos y te quiero”.
Y el erotismo se desata a la vez que se
muestra contenido, en el deseo sexual:
“Si un galope de besos como de aguas inmensas,
con jardines y sueños
despojados de un velo,
se llega ardiente al
quieto litoral de tu falda,
y se le quiebra el sitio
interior al acercarse,
y olvida el alfabeto con
que escribieron los dioses,
y pierde el signo inmóvil
del estilo sumiso
y clausuro el motivo final
de la inocencia,
es mi sangre, en la tarde,
que se acerca,
es mi beso al acecho del
roce y te rodea”.
También aparece un charco en el camino. [Interesante y bello poema], con hallazgos expresivos, en donde el charco representa quietud,
y la penuria es el tiempo encarcelado.
“El charco
es una playa de amores destruidos,
pañuelo que recoge la lástima del cielo,
postal deteriorada de algún otoño usado”.
También se evidencia el pensamiento de que se camina hacia la muerte:
“Ahora me
rodea aún la música,
el arte dignifica los remos de la barca
que Caronte conduce”.
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Murcia, febrero 2016
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