EROTISMO Y PALABRA
Poesía, arte que
forjan los poetas y llega a las personas, menos de las que se debiera, es verdad.
En un diálogo arrimado con la poeta y autora:
- “Quiero que te atrevas con un libro de poesía erótica. El mío. ¿Te parece
bien?”
- “Es un lance,
con incentivo. Espero que sea una satisfacción”, -respondí, con aceptación inevitablemente grata.
- Lo que hagas, que muestre los dos placeres: el literario y el erótico, -apuntó-. Con “69 huellas
eróticas”, al corazón voy.
“69 huellas eróticas”
Mariángeles Ibernón
Valero
Editorial Azarbe.
Murcia 2014
El lenguaje
verbal tiene tanta placentera importancia como la acción erótica, aunque son
distintos y diferenciados: en las ’69 huellas’ habita la alianza entre
erotismo y palabra.
Hablar
de Mariángeles Ibernón, poeta que apuesta por
la intercomunicación fluida con los lectores y ante los escuchadores, con sorprendente
encanto personal, es agradable. Su poesía, sencilla y directa, llega al lector/público
sin interferencias, natural.
Varios poemarios la avalan. Y en sus recitales
consigue conectar con un público amplio.
También
lo hace con este libro, donde se desborda el deseo de habitar el cuerpo con la
palabra.
El lenguaje
erótico, como el verbal, necesita irrenunciablemente de un aprendizaje. En su
ausencia la comunicación languidece: si la modalidad expresiva sexual titubea o
yerra, entonces la conversación se limita a un ejercicio mecánico de búsqueda
de placer, rutina sin más. Y si las expresiones verbales enmudecen, el diálogo
erótico se resiente y decae.
No es un álbum o colección de ‘huellas’
que, en su verso libre como lo erótico, inquiete. No hay alcohol, drogas ni violencia. En su audacia, es erotismo sin
estridencia. Eso sí, habla de locura en sexo desatado.
Abramos su
propuesta.
· Poética
del erotismo
y la comunicación.
El hilo de la
memoria de Mariángeles Ibernón se
enhebra en la aguja de la mirada. Las huellas, tras un viaje luminoso, poetizan la
relación sexual. Autenticidad, testimonio
que respira en la esfera del deseo, pérdida encadenada y belleza revivida.
“69 huellas eróticas” rememora fundamentalmente
la sensualidad con poemas. Con valentía, la autora busca que el acto sexual y la
palabra erótica coincidan. Pensando hacia atrás en experiencia desde la mujer.
En estos poemas hay posiciones diferenciadas. No
es una sola mujer. Habitan mujeres que son realidad y sueño. Icono femenino,
diverso y reconocible. (Hay alguna huella que puede entenderse lésbica). Mujeres todas
sexualmente activas y poderosas, que guían las situaciones y forman parte del
imaginario y del paisaje de las relaciones humanas. Incluida quien llega
a “venderse”, o la que acude en relación furtiva a una habitación de hotel.
Estos poemas (‘huellas’) se funden en el crisol del erotismo, a la vez que contienen un cierto sentido
pedagógico: en el intercambio erótico, el cuerpo –los cuerpos- es
también escenario donde mostrar un erotismo comedido. Se habla de la huella, no
de la acción en directo. Es un divertimento erótico del que quedan huellas
vivas aunque no presencias. Impactos eróticos recogidos en el odre de las
palabras.
¿De qué
hablamos al nombrar ‘huella erótica’?
·
Huella erótica: perceptiblemente presente aunque ya
es pasado. No es una ruina histórica sino vestigio vivo y latente. Tras el
placer del doble diálogo sexual que, a su vez, predispone al reencuentro en nuevo
e íntimo diálogo libidinoso, permanece reconocible.
Las “69 huellas
eróticas” son poemas con las características de la poesía de Mariángeles. Numeradas (son ‘69’, número erótico-mágico),
de extensión variable: entre 5 y 20 versos.
Entender lo escrito; inmediatamente, reconocer lo
poético.
- ¿Son poemas expresados desde la mujer? –preguntaríamos.
- No. ¿Por qué?
- Porque, en las huellas, la voz de alta frecuencia es la
femenina.
- Hay sensibilidad y experiencia,
sí. El hombre podría desvelarse y expresarlo.
Alentador es que, ya en la primera huella, comience con el nacimiento, “Nacer”,
como principio inaugural. Estimulante embate en el inicio como cúspide. El
erotismo brota en los cuerpos, en un camino erótico ascendente, (usa “recorre”,
vocablo que campanea en su sonoridad).
Y lo cierra con un deseo:
“Quiero
nacer
en el gemido que me piensa”.
Con hallazgos expresivos a lo largo del poemario aparecen imágenes erótico-sugestivas, tales como:
· “húmeda luz”,
· “suave perfume a hembra que es el símbolo…”,
· “gesto ciego de la brasa nocturna”,
· “instante
que se hace eterno”,
· “…plena de gozo por este abismo efímero”,
· “oasis aterciopelado que vibra” (uno
de los diversos nombres del símbolo viril).
“Ciérrame los ojos
y que tu boca
susurre versos
a un centímetro de mis senos”.
Las ‘huellas’ seducen.
Como lo hace la estimulante y ascendente quinta:
“Cuando nadie me escucha
escribo tu nombre,
humedeciendo la palabra
que recorre apretada
la senda ya elegida”.
La autora muestra su preferencia por la noche impregnada
de erotismo cómplice. Así, en la huella 12ª:
“Adormecida emerjo
hacia el ritual de tus labios,
fuente que calma mi sed,
y como flecha encendida,
mi lengua se desliza
por la comisura de tus sentidos,
saboreando el manjar de espuma
que te aguarda en el lecho,
cómplice hasta el amanecer”.
Cuando aparece el desamor, el insomnio y la espera.
“El silencio
se rompió en dos;
entonces
cerré la puerta”
Concluye el poemario la huella
69ª:
“Cierro los ojos
en la
oscuridad de la noche
me desdoblo
ante tu mirada
y siento
cómo recorre mi espalda
una lengua
afilada en deseo”.
Escribir es llegar al final de algo, concluir.
Estremecimiento en la aceptación del ocaso.
Y la luz se apaga.
O se cierran los ojos. No es para dormir. Vaivén de los
cuerpos que se arrullan y las palabras transportan fuera del tiempo, conviven
en el misterio de la comunicación.
Estas sesenta y nueve huellas eróticas recogen un momento vital
recorrido por la poeta de personalidad creativa y sencillez. Palabras y estremecimiento surgen cada vez
que se decide recorrer el itinerario del encuentro erótico.
La poesía de Mariángeles Ibernón en este poemario
habita en la búsqueda de la confluencia
de palabras y mundo sensual, y concierta la palabra y su sombra. Aguardan
la luz, el gemido, el color de la noche y hasta una gota de tristeza. La
integración de Venus, en nueva
invención, que enriquece el desorden erótico.
El
conjunto es un homenaje a los dones de la
vida, sin tópicos. La sensualidad como
forma de conocimiento. Las escenas eróticas, que dejan huella, abren
la noche y reciben el día con palabras. Afuera está amaneciendo y se termina el
silencio. Recuerdo y visión del acto erótico antes de que se diluya con el
tiempo.
Hemos leído un
libro interminable, aunque esté limitado a 69, en un calendario creado por la
poeta.
Ahora es el turno de leer.
Como me sucede siempre, la lectura de tu artículo, un género literario en sí mismo que puede leerse aislado del libro que lo generó, incita a profundizar más, a llegar a esos versos de los que hablas y algunos de los cuales muestras. La poesía erótica es muy difícil de hacer. Me refiero a la buena, por supuesto, esa que no cae en lo chabacano ni en lo artificioso. Esos versos que muestras parecen haberlo logrado. Será cuestión de rastrear las demás huellas, por el placer - y nunca mejor dicho - de ratificarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es un placer recibir tu comentario: tanto por el 'espinoso' asunto de qué y cómo se puede hacer y abordar en la "poesía erótica" como por tu generosa consideración hacia mi forma de decir, en estímulo de la lectura y la reflexión sobre lo erótico y ...todo lo demás que, en apariencia, se muestra pero que no llega a serlo. "Huellas eróticas", como intuyes y sabes, hay de mayor o menos intensidad y de expresión que llegue. En esto, como ocurre en la existencia, depende del lector/lectora: hay gustos para todo.
ResponderEliminarEs una hermosa entrada, hecha con gusto, seguro que con placer, pues así se trasluce y se transmite. Tus impresiones abrirán la curiosidad de algunos. Y la escritora seguro que te quedará agradecida.
ResponderEliminarMuchas gracias. Tus elogios quisiera tomarlos despacio, paladeándolos. Y que, de tan intensos, no me hagan daño. Gracias, una vez más.
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