Recital de Vega Cerezo Martín, en el día de su 46º
cumpleaños, en el que ha presentado su nuevo poemario —que se editará en 2017—.
No disponemos de libro ni papeles, y lo que aquí se refleja
ha sido tomado “de oído” en la presencia de la poeta.
Sin paracaídas ni flotador, toma impulso esta crónica.
Presenta Alberto Caride
Vega Cerezo nos
ha invitado decididamente a probar las manzanas en el árbol, para que sintamos la
energía que late, y no que se escatime dulzor ni acidez —términos antitéticos y
confluyentes— de lo que serán cada uno de sus poemas. Nos ha participado y
compartido en la savia viva del poema que, como frutas colgadas, ha derramado
en la viveza del huerto, dándonos a morder las dos partes: la coloreada y madura
y, también, la zona oculta del sol entre las hojas.
— ‘’ Lo único que
sujeta al poeta
es el poema’’.
El recital ha sabido breve, quizá por la emoción que ha invadido
el ámbito de ‘Zalacaín’ con la palabra de Vega y ha envuelto en la noche a los moradores
eventuales, el reloj ha galopado y se ha llegado al final, venturosamente alargado
en los bises.
El título del poemario, “LO SALVAJE”, cuerpo del que
hemos visto excelentes ecografías, —de una gestación, según la poeta, de ya dos
años—, se publicará el año que viene, y se va a ultimar y perfilar en Buenos
Aires, a donde la autora marcha becada por una empresa y que quizá se dé a la
luz en la capital porteña.
Nos aclara Vega Cerezo que en el poemario que hoy nos ofrece hay
mucho de ‘animal’, y que entronca con
su primer poemario, “La Sirena dormida” (2010), también y con el segundo, “Yo soy un país” (2013), del que, en los
bises, ha recitado el poema que le da título.
Es su gran
tesoro poético, humano y sentimental.
Y ahora
“Lo salvaje”, libro que toma su nombre del
poema de igual título y razón:
“Mi vientre ha sido cueva de bellísimos animales”
poemario
de sensaciones polarizadas en las partes extremas, sin concesiones, en el difícil
y voluntario encuentro de los opuestos.
Siempre
con el ser humano en la tierra, en el aire y en la convivencia de los vivos, animales todos, (‘ángeles fieramente humanos’ que diría Blas de Otero, autor del que ahora se celebra centenario).
“…hablo de lo que puedo
cuando
los días me hastían…”
Es poesía de tono crudo vital a la vez que intimista, como es el caso del poema “Invierno
en el invierno”:
“…la violencia del invierno devoraba
a dentelladas el otoño…”
a dentelladas el otoño…”
donde el animal más destacado es el hombre, en su terrible
verdad:
“…también dormida ansío
devorarte…”.
Nos ha deleitado con un recorrido por el séptimo arte con el
poema cinematográfico “Lo bello y la furia”:
“…antes de entregarse a la lucha
mi corazón dice que hay tiempo…”
…”…como un aprendiz de dios
que inventara
el invierno para mí”
De alta emotividad, reciedumbre y tensión es el poema “Rompeolas”, vivido y ubicado en la Torre de la
Horadada: la figura del padre, la concurrencia de voluntad en los lazos de
sangre, el respeto admirado, en torno a la figura del padre, el hombre que sale
cada día a caminar hasta tocar la piedra del rompeolas y volver, tal como es la
vida misma: esfuerzo —a buen paso—, meta, tenacidad y la solidez de la piedra a
la que se volverá una y otra vez, en la cotidianidad del camino vital.
Vega Cerezo nos
ha seducido y atrapado con el poema “Vivir en viernes” (que, luego, ha sido
reproducido en el bis), historia que permanece viva de los lejanos, ¡ay!, días
escolares, de la amistad íntima, ingenua y sincera, de quienes se trasponen
como héroes de tebeo, de película y de serie de televisión, con chicle y
calcomanía: pegan y frotan en roce intuitivamente erótico las calcomanías, comparten
sensaciones y un singular aprendizaje de “hacer hijos” que luego se repetirá en
la edad adulta y en la intimidad del hogar.
La poeta nos ha hecho cómplices emocionalmente
poéticos.
Y, ¡ah! vuelta a la sin concesiones y dura destemplanza de lo
salvaje con el poema “El ángel tuerto”:
“…devoré a la criatura
y broté de la tierra
quemada…”
(…)
“…en los nueve meses me pregunté
si mis criaturas serían
azules o rosadas…”
La poesía de Vega Cerezo es
honda e intensa, más que suficiente como para dar cuenta de ella, pues incide
en el modo
en que habitamos la naturaleza, cuando no se es distinto ni opuesto a ella.
Tarta de cumpleaños.
Dispongamos el espacio poético y
humano a la parte salvaje de lo que somos, y aguardemos con expectación
efervescente el libro de Vega.