domingo, 21 de junio de 2015

EPÍLOGO A LA CAÍDA DE UNA PALMERA

En el jardín de su casa de la playa, aconteció que una palmera, de la propiedad de una amiga, Minerva, cayó sobre la valla medianera con los vecinos colindantes. Tuvo sus consecuencias, las de daños por la caída de la planta, y otras colaterales...



A una malograda palmera inmigrante.

(Soneto circunstancial)

Cica nombrada, ¡oh, palmera caída!
No fuiste morisca ni datilera,
ni de oasis donde gozar la espera.
Tu especie te hace frágil y abatida.

Desplomada en espacio frontera
por el viento marino, invasora
japonesa, cepa quebrantadora,
causaste daño en pared medianera.

Y el estrago, palmera peregrina,
te alcanza. En diálogo de lindante
y tercio, pacto a tu fin dictamina.

Descansa en paz, perdida palma errante.
Permanece sosiego tras tu ruina,
en un adiós de quien no fue tu amante.

-      ¿Quién ha escrito eso? –pregunta Mariano.

-      No sé. Me lo ha enviado Minerva, que se lo ha encontrado.

-      Parece un soneto… Lo dice arriba.

-      Para sonetos estamos…

-      Pues no está mal lo de jugar a la poesía.

-      Sí, eso parece. Pero esto habla de lo que le ha pasado a Minerva.

-      ¿Qué ha sucedido en casa de Minerva? –curiosea Mariano, amigo de la dueña de casa y palmera, que vehementemente se interesa por la situación. -Ella ¿está bien?

-      Tranquilo, Mariano, serénate, que te puede dar algo.

-      Déjate de ‘historias’ y dime ya lo que hay. Minerva, ¿está bien?

-      Que sí, que está bien. Está perfectamente. Con el natural enojo por los efectos y malentendidos.

-      Pues venga, aclara… ¿qué secuelas son esas, fuera de los daños y perjuicios?

-       El suceso es sencillo…

-      Sin milongas, ¡dime ya! –urge Mariano.

-      Esto pasó en su casa de la playa. Y de lo que ocurrió entre Minerva y el agente de seguros – comenta Antonio, que conoce el relato al poco de producirse el hecho-.

-      A ver, explícate mejor, que sí, que me estás poniendo nervioso, -demanda Mariano.

-      En primer lugar… el agente del seguro se confundió de domicilio.

-      ¿Y eso?

-      Pues que fue a la casa de Minerva, sí… pero la de la ciudad, a unos 50 kilómetros del lugar de los hechos.

-      ¡No me digas más…! ¡Qué espabilado! Sigue, sigue… –pide Mariano

-      Aparte de que Minerva le indicó con desmenuzado lujo de detalle dónde estaba la playa y la casa, el hombre del seguro se perdió por esas carreteras.

-      Esto ¿es verdad, Antonio, o me estás tomando el pelo?

-      Te lo aseguro por cualquier dios romano que concretara Minerva.

-      Déjate de extravíos, Antonio, anda. Sigue.

-      Créetelo, tal cual. Omito detalles. Por ejemplo: parece ser que el de la aseguradora, en su frenesí de equivocación, aprovechó para buscar casa de veraneo para su familia, en las playas cercanas.

-      ¡Válgame la virgen del encuentro caminero, ¡esto es grotesco!  -califica Mariano.

-      Yo no sé lo que es. El del seguro, cuando llega, habla de póliza y cláusulas, ¡por los gnomos del Segura! Total: que no cubre los daños a Minerva y sí a los de al lado.

-      ¿Lo he entendido bien? ¿Y los arreglos en la casa de Minerva?

-      Para las reclamaciones, se acude al maestro armero, Mariano.

-      Y ese maestro ¿es del seguro o qué?

-      Bueno, vayamos a lo que estábamos.

-      Sí, mejor será, que me estoy perdiendo, -dice Mariano.

-       Te digo que el del seguro, sin encomendarse a corte celestial alguna, se puso de acuerdo con la vecina para las reparaciones.

-      - Y con Minerva ¿qué?

-      Pues nada: le toca jo…fastidiarse y pagar.

-      Y entonces, ¿para qué están los seguros?

-      Además de deshacerse de la palmera, tan deteriorada que no podía sobrevivir ni trasplantarse, ¡a pagar!

-      Pero las palmeras son árboles protegidos, ¿no? - alega Mariano.

-      Esta clase de palmera, no. Sólo las del Valle de Ricote y similares.

-      ¿Y eso? ¡ya estamos! ¡Racismo de palmeras…!

-      ¡No exageres, Mariano, y escucha! Hablo de lo que es  una falsa palmera; lo que se llama una cica, originaria del Japón, - informa Antonio.

-      ¡Ah, menos mal! - observa Mariano.

-      Pues sí, una planta invasora, al fin y al cabo.

-      Entonces, vale. ¡Vivan las palmeras españolas!

-      Mariano, no te resbales, que no es eso.

-      Entonces ¿qué es? Empezamos con esto, de “palmelas amalillas”, y acabaremos comiendo ‘alos y shusi”. Saludaremos a la bandera del Sol Naciente…

-      ¡Jo, Mariano, para ya!

-      ¿Qué pasa?

-      Si sigues por ahí, la catástrofe la vas a tener tú.

-      ¿Y lo del problema de Minerva?

-      Es sólo económico: Minerva corre con lo que cuestan los “reparadores” -?-

-      ¿De los quién? ¿De qué reparadores hablas?

-      Antes se decía albañiles y jardineros. Es que ahora decirlo así es más ‘modelno’, oye.

-      ¡Lo sabía! Esto es influencia de la “palmela nipona, ¡segulo!” ¡Nos invaden!

       -      ¿Conseguiré terminar de hablar? –se exaspera Antonio.

-      No entiendo que una pared que es medianera sólo se arregle la parte de  la vecina ¡y con cargo a Minerva!

-      Mariano, vamos ver… Tú ¿es que quieres entender hoy las leyes de la mecánica celeste?

-      ¡Yo de mecánica no sé nada! Cuando se me rompe el coche lo llevo al taller y allí lo reparan, -informa Mariano.

-      Que Apolo me dé paciencia…

-      Pues ya puestos, pídele también unos whiskys, Antonio.

-      Lo tuyo, Mariano, es de antología del disparate también, como el del seguro.

-      Venga, termina ya.

-      Pues que Minerva paga al reparador (antes albañil) que repare la parte de la vecina.

-      ¡Jo, Antonio! Parece lo de Groucho Marx, aquello de “la parte contratante de la primera parte…”

-      Pero aquí se trata de la parte medianera de la vecina que no esta medianera de acá…

-      Pues casi es lo mismo, Antonio.

   -      Y vino un reparador forestal (antes jardinero) y se llevó la palmerica. Ya no molesta más.

   -      ¿Y Minerva?

   -      Está en su casa. Que no se la ha llevado el reparador, (que quería, oye). Minerva descansa de palmera y de rollos segurales.

   -      ¿Ves? Minerva sí que es de especie protegida.


-      Vale, Mariano, vale.

viernes, 12 de junio de 2015

En el teatro: 'De mutuo acuerdo'

    -     Abuelo, me ha dicho papá que anoche, probablemente, regresarías tarde. Ya te veo: seguro que cansado y, ahora, nos acompañas al colegio.

     -     No importa el ajetreo, cada cosa, a su tiempo. Y ahora toca con vosotras.

     -     ¿Dónde estuviste? –pregunta Anaïs.

     -     Seguro que en algún sitio divertido, ¿verdad, Antonio? ­–afirma, Paula, la amiga de Anaïs, compañera de aula.

-     Estuve en el Teatro. Fui a ver un espectáculo, una obra en la que también había música.

-     ¡Qué bien! – vitorea Anaïs-. ¿Podremos ir a verla si la repiten?

-     ¡A mí también me gustaría ir!-, señala Paula.

-     ¿Cómo se llama la obra, abuelo?

-     Se le ha puesto el nombre de “De mutuo acuerdo”. El título, y lo que pasó en el escenario, luego os lo aclaro, cuando salgáis del colegio, en el camino de regreso.

         Anaïs y Paula se despiden y entran al colegio.
       Antonio empieza a considerar que va a ser difícil explicarles a las niñas todo esto. Pero dejarlo sin comentar sería aún más difícil.
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       Y mientras llega la hora de volver, hablemos nosotros de la obra de Diana de Paco y su escenificación.

        “De mutuo acuerdo o el concierto del hombre con un abrigo pegado a la piel, es el título.
        Así de largo.
       Pero que se concreta y concentra en las tres palabras iniciales. (El abrigo tiene un significado de protagonista, podría serlo en una fantasía animada, en una película de dibujos).
     Significados y sentidos que se revelan y comprobamos en el transcurso de la expresión escénica del texto. Las dos figuras animadoras ambiciosas, beneficiadas del acuerdo -¡ah, la manifiesta influencia de los psicólogos!- en el que resulta descalabrado el protagonista quien, con más intuición que inteligencia, con más buena sombra que voluntad, resurge con otra mirada.
      Gracias a la compasión y cariño que la autora acaba sintiendo por él y por el abrigo.

DE MUTUO ACUERDO

     Texto teatral que se ha cosificado con el relieve mágico del escenario, del teatro como expresión de la vida.
  Lo plantea bien. Las complicadas relaciones humanas mediante un itinerario en el tiempo. Viaje en los dos sentidos de la dirección, (“qué pasó que nos ha traído hasta aquí”; y, cuando “estamos en ahora, qué vivimos”, y si hay que “mirar atrás con nostalgia”).

   Este planteamiento de regreso al pasado, para saltar nuevamente al presente, se alcanza sin importunar al espectador con el trabajo de actor-dirección: se estimula la atención con las palabras y gestos del actor y las actrices, sin interferir en el desarrollo de la acción. Son imprescindibles para el internamiento del espectador en los mensajes que emanan del texto y los desplazan con su trabajo los actores, desde las marcas en los antecedentes, en encadenada y significada discontinuidad, hasta el presente posterior.

      Que el texto, editado en libro y llevado a la escena, tiene calidad no es porque yo lo diga. Si hay ganado el I premio “Irreverentes de Comedia”, de ámbito internacional… ¡por algo será!

     Y lo es: contiene y exhibe en el escenario excelentes características y propiedades literarias y de espectáculo.

     Diana de Paco, en su obra observa y anota los fragmentos de vida que en la sociedad se dan. La autora fija su mirada ética cuando habla de las decisiones que pueden ser difíciles o perjudiciales para ciertas personas, como son los niños. Describe y analiza a los personajes y sus situaciones desdichadas, hasta el punto de que posibilita trascender, con toques de humor y conmovedoras actitudes, desde las posiciones de las mujeres, esposas sucesivas y cómplices, hasta los pequeños cambios de esperanza para la vida del protagonista masculino. La autora sitúa a los tres en planos de inestable equilibrio. Y nos indica que esto es así: en la dinámica de las relaciones humanas, no hay fórmulas mágicas que resuelvan situaciones simples ni las complicadas. Se cohabita con ello.

    Hay una demostrable influencia de los clásicos griegos. La tragedia del presente no lo es menos porque no aparezcan dioses ni héroes mitológicos, sino porque el ser humano vive el desamor, el engaño, el paro, la escasez y tantas otras realidades como hitos trágicos.
Lo que señala Diana en esta obra son las tres vertientes que se conjugan en las vidas de las personas:

Fracaso - frustración y – esperanza

      todo envuelto en situaciones donde el humor quiebra el infortunio, porque de lo que se trata es de desenmascarar a los personajes que están encerrados en la máscara de arquetipo.

Describe a los personajes y relata las situaciones con despierto interés por qué ocurrirá (confiamos que, en breve, Diana de Paco nos sorprenda con un libro de relatos, o una novela).

     Música y canciones, repletas de guiños al espectador y humoradas escénicas, tanto las del cantautor como las de los personajes femeninos son tópicas, pero expanden el trivial modo de respuesta ante situaciones vitales dramáticas: las personas de este ámbito sociocultural occidental reproducen conductas –como la escena en el karaoke- que son reconocidas por los demás pero que, tras ser reproducidas varias veces, inclina a romper límites a las personas que las viven, en un anhelo de trascender y no instalarse en una existencia patética.

     Mientras tanto, Diana de Paco, testigo atenta y fina observadora de la sociedad en la que vive, muestra lo que ahí está, pero no como en una exposición de objetos antiguos y actuales, en vitrinas, sino como fragmentos vivos que laten con referencia al todo. Con delicada observación, aunque las situaciones llegan a ser de grueso malestar, propone enternecedoras esperanzas. Y opta por que, ante los trances y conflictos, será mejor que nos riamos. Y así lo hace: humor e ironía sin restar importancia a los hechos.
         Así, por ejemplo, la autora reproduce con acierto el tono y finalidad de la figura del cantautor y la situación que con ello se plantea y se muestra.
      Porque Diana de Paco sabe y conoce que a los seres humanos nos mueven las mismas pasiones y las mismas ambiciones y tenemos los mismos defectos. Y aún más en estos momentos históricos actuales tan convulsos. A medida que la historia avanza se convierte en una alteración en la conciencia.
         Es, por tanto, una experiencia ética y estética.

Dedicación actoral y trabajo de dirección escénicos.
     
     Soy de los que piensan, piden y actúan en que el trabajo siempre hay que reconocerlo y aplaudirlo.
     Más aún la difícil y compleja labor de acercar al espectador la vitalidad de un texto, es un reto permanente: cada día de ensayo y cada vez que se representa en un escenario, es una situación nueva, no una reproducción.
     Mostrar la vida mediante una incardinación escénica nos conduce a afirmar que la dirección escénica crea e introduce, instituye en la continuidad con el texto: desde el papel a los personajes moviéndose en el escenario.
      
    El equipo de dirección que, en tándem, forman María Ángeles Rodríguez y Jorge Fullana es ejemplo de esta creatividad propia e inherente a la del oficio de directores. Además de que, con limitados personas y medios, han expresado las ideas y sentidos del texto. Todos hacen varias tareas, hay que reconocerlo con realidad, sincero homenaje y aplauso, (que singularizamos en la codirectora). Un buen trabajo. 

     
    Las transiciones y transformaciones de las actrices desde unos personajes a otros se han cumplido acertadamente, incluidos los personajes masculinos interpretados y también lo ha sido el quehacer desde los acentos catalán y andaluz, indicativos de personajes y situaciones que están ahí, por poner un solo ejemplo.          Es un buen sustento dramático y funciona teatralmente.
     
Eliseo Garrido es actor con recursos. A la vista queda tras verlo en el escenario.

      María Alarcón y Susana Prat son buenas actrices, con formación y tablas.

    El público ha salido muy interesado en la propuesta.


¡Largo éxito se os desea, y fortuna  para vuestro talento!
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         Tras la representación, fuimos invitados por Diana al “Barático”, un espacio acogedor y con tapas apetitosas.
Estuvo muy bien. (Gracias, Diana).
Y allí se siguió comentando tanto la obra como la puesta en escena.
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     Y a todo esto…

   · ¿Cómo calificar la obra y su resultado escénico?
  Pues de bastante buenos.

     · ¿Y el libro de Diana?

    Hay que comprarlo. No perdérselo. Y, sobre todo, leerlo: el teatro se lee. Y el texto de Diana tiene asegurada la amenidad, también el humor y, si se estima, la reflexión.
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-     Abuelo, no entiendo casi nada de lo que dices de la obra esa de teatro que fuiste a ver.

-     Es que es una obra para mayores, Anaïs.

-       Pero, Antonio, -interviene Paula-, has dicho que es una obra de teatro divertida y que hacer reír. ¿Y no es para niños? Tú siempre dices que las mujeres de cualquier edad somos muy inteligentes.

-     No, Paula, no es una obra para niños, aunque haga reír. Quizá para personas desde dieciséis años y más.

-     Pues nosotras queremos entenderlo todo. Porque estamos aprendiendo, -insiste Paula.

-     Si has comprado el libro, ¿me lo puedes dejar, abuelo?

-     Sí, Anaïs, y me vas preguntando lo que no entiendas.

-     Pero, Antonio, la explicación que nos des ¿va a ser cómo ésta de atrás?

-     Paula, Anaïs,… procuraré, me esforzaré, al igual que lo van a hacer directores y actores, por aclarar y hacer entender. Y espero que salga y sea más sencillo.

-     Abuelo, anda, que esto si lo vas a entender: ¡Cómpranos un polo!

-     El mío, de limón, - rubrica Paula.