viernes, 11 de marzo de 2016

Un libro, “Camafeos”, porque no hay día después: siempre es hoy.

LA LUCHA CONTINUA POR LOS DERECHOS, EL RESPETO Y LA IGUALDAD.

Mujeres de diferentes momentos históricos, de todas partes manifiestan la situación en la que viven. Hondo dolor en cada situación de violencia, en cada lugar del mundo; mayor si hablamos de las mujeres migrantes.

Todo es una responsabilidad. Hacer lo posible por estar a la altura de cada día. El libro y la representación teatralizada de 8 camafeos (de los 26 relieves de mujer), de Santiago Delgado, pusieron la palabra y la emoción, la llamada.

Mujeres y hombres han de vivir en libertad. Para que se logre, hay que contribuir a ello. Y lo esperamos: aún hoy, qué desigual es la vida si se nace hombre o mujer. O sólo unos centenares de kilómetros. Se puede aplicar, en matizada realidad, en cualquier parte del mundo.
Cada madre, aun en la más difícil situación, quiere que sus hijos crezcan en un mundo mejor. Y no porque huya de la guerra, del hambre y de la muerte dejará de lado su lucha. Que las mujeres cuenten y no callen sus vivencias, que no haya llave de válvula que cierre sus estallidos de libertad.  Y que dejen de ser noticias de sucesos en los periódicos y telediarios.

Una invocación sonora y vibrante, para que mujeres y hombres no acepten la discriminación y se elimine el freno de un patriarcado que asfixia las ansias de independencia.
La crítica debe hacerse en las diferentes caras del conservadurismo, en cada sociedad y muy especialmente en las de los rigores -y se llaman a sí mismas "civilizaciones" -?- con usos que marginan a las mujeres, en horrores evidentes.
Esos males que se esgrimen como diferencia sustancial en materia de derechos humanos entre un mundo y otro. Conocemos la historia, en cada tiempo, en cada mundo.
Mujeres aisladas, casi exhaustas, luchan por un universo propio de libertad, contra la mediocridad oscurantista. La tragedia se hace enorme, señaladas en tachadura por sus intolerantes contemporáneos; cada drama vive en la historia, con tintes de fanatismo. Choque de valores de una sociedad, que se debate entre el conservadurismo en que se justifica el castigo inhumano y el contexto abiertamente liberal.

En "Camafeos", cada mujer del libro está dotada de personalidad propia. Y se plasma con conmovedora palabra, con poesía hasta la sensualidad, la realidad que construyen para superar su propio aislamiento, y que el deseo y la imaginación les lleve más lejos de lo que limita la tiranía y la estupidez. 
Camafeos” es un texto poliédrico que retrata mujeres en los vértices, enfrentadas al entorno y que quieren decidir su futuro desde el momento en el que nacen.
El mundo privado de las mujeres es siempre un misterio fascinante que el libro contribuye a descifrar sin ladear la belleza. Hay poesía y hay verdad, ambas conmueven, para que la lucha, llegue un momento en que sea un recuerdo.
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Y, ahora, un resumen de las intervenciones de las mujeres del grupo de Teatro leído ”Canna brevis”.

1.- Medea/Diana de Paco. 


CARTA DE MEDEA
Queridos mortales... 
O no, mejor, necios mortales, os escribo desde los Campos Elíseos, donde habito porque yo quiero, no por voluntad de ningún dios del Olimpo.
(…) Esa mujer a la que ya podéis aceptar, soy yo: Medea de la Cólquida, mujer libre que anduvo el mundo y conoció sin límites todos los sentimientos humanos.
Pero vosotros, hasta hoy, me habéis reducido a la infeliz amante de Jasón, a la despechada mujer que este pobre hombre abandonó por no quiero acordarme ya de qué pelandusca.
(…) Me satisfizo mucho que fuera una mujer quien acabara con aquel montaje.
Y luego siguió uno y otro hombre, rey, héroe o quien fuera que tenía que ser.
Lo importante era yo, mi feminidad triunfante en un mundo de varones lelos, admirados infantilmente de su falo. Pobrecillos.
Jamás, espejados por el Gran Macho Zeus, hubierais salido del torpe patriarcado en que habéis vivido miles de años.

Viví, pues libremente, esclava por siempre de mi libertad, que incluía gozar, cuando acaecía,
de la pasión de un hombre. Nunca del amor. Los hombres no saben enamorarse.



2.- Calypso/Charo Guarino

Ya te marchas, Odiseo, entre las tropas aqueas, el más aguerrido, y, también el más caro a mi corazón. En él habitabas como señor, siendo yo una diosa.
¡Oh, desdichada de mí, infeliz criatura enamorada que despide al amor de sus amores! Los dioses varones no padecen de amor. Sacian sus apetitos y se alejan felices y desalmados de la estuprada, sea diosa o sea mortal. Fecundan y se van. (…)
Cerca de diez años me deleitó su viril cuerpo, curtido en mil combates y hecho a todas las calamidades.
(…) Y mi corazón de mujer, vacío queda, aún dentro de mi cuerpo de diosa.
(…) Junto a ella, junto a Penélope, ingrato Odiseo, verás ajarse tu piel y la de tu esposa.

(…) Pero nada de esto me consuela. Ni tu decrepitud, que en verdad no deseo, ni la desdicha de Penélope de saber que su cuerpo, si antaño garrido y joven, hogaño caduco y viejo se muestra. Sólo deploro tu marcha y que no hicieras ademán alguno por quedarte.

(…) ¡Ay de ti! Aunque, mucho más, sí, mucho más, ¡Ay de mí! Odiseo, ¡Ay de mí!



  
3.- Fátima/Loreto López.
      
FÁTIMA DE CÓRDOBA, MAESTRA DE IBN-ARABÍ


En la dulce penumbra del patio, al atardecer de este día de Otoño, veo al muchacho Elegido, el Mursí.

(…) De mí misma me río,
repensando estos recuerdos.
Con la misma inocencia,
que en otra edad yerro sería,
contemplo en esta víspera otoñal
-que también es la mía, nonagenaria soy ya-
a este muchacho.
(…) Al mismo modo en que una comadrona ayuda a salir a este mundo a los recién nacidos. Otros Maestros tendrá, más sabios que yo.
Y                  más piadosos.
Mas todos ellos verán la luz de fuego que arde dentro de su corazón.
Es la Luz de Dios,
¡Oh, quién como él, que habrá de conocer el dulce aniquilamiento en el Absoluto!
Pero está bien que le haga esperar.





4.- Catalina de Aragón/Leticia Varó.


Tus tristes ojos caídos,
me han susurrado, Infanta, el pobre destino que fue para ti ser esposa sin marido, mujer de Rey en tierra extraña.


(…) Escucha, pues, mis puros deseos de poeta que a tu recuerdo canta, y pídele a los dioses conmigo, sean generosos
en ese otro mundo en el que ahora hundes tu mirada.

Quién te volviera a tus tiempos de niña por los soleados patios españoles de algún Alcázar.

Quién, de tu honda pena de Reina engañada pudiera rescatarte, y devolver a tus ojos la luz ardorosa y cálida de aquellas tardes de España, … Quién pudiera darte,
Catalina,
felicidad tranquila
de mujer amada,

… Quién pudiera haber robado para ti las tardes grises, las mañanas, de las mujeres de tus villas y aldeas castellanas...
¡Quién pudiera!



5.-  Doña Mencía de Mendoza/Sonia Varó

Hubiera deseado ser, Doña Mencía, un humanista de aquellos que te visitaban en Breda,
cuando con el Príncipe
vivías en aquella ciudad flamenca,
de soberanía española.

Tú, no hubieras reparado en mí.
De esa manera, mis ojos estarían libres para observarte, sin temor de ser sorprendidos por los tuyos.

… No sé, Doña Mencía, cuántos hombres
se enamoraron de ti, de tu serena estampa
de mujer humanista, conocedora de lenguas, lectora de los clásicos en versión original.
...
Me pregunto si es que, acaso,
sea yo, en realidad, la reencarnación
de aquel humanista de acompañamiento
que iba a visitarte,
y asentía respetuoso y callado
a las conversaciones que los maestros
mantenían contigo, en las cortas vísperas
de aquella ciudad de brumas y encajes,
en la que lucías como fúlgida estrella,
en unas veladas que fueron,
sin duda, de las más brillantes de Europa.



6.-   Malinche/Ángela Sánchez Lafuente


Yo, señor, soy Malinche, no Malintzi en el idioma que para mí fue materno, ni Doña Marina en el idioma que me acogió como persona definitivamente. Quiero ser recordada por este apelativo: Malinche
Mi pueblo estaba atrozmente sojuzgado por los aztecas, y como muchos otros, ayudó a Hernán Cortés a destruir el oprobioso dominio de esas gentes del interior centroamericano que decimos hoy. Sí, cierto que los conquistadores fueron crueles, pero admitían hacerse de los suyos. Impensable evento para los aztecas. ¿Mi familia...? , mi familia, que era familia real, me vendió como esclava aún niña, junto a otras amigas.
Hernán Cortés me respetaba y reconoció al hijo que tuvimos, Martín. ¿Qué si hubo en mí más agradecimiento que amor? ¿Y quién sabe eso? Decidme algún caso en que el matrimonio haya sido sólo por amor. Intereses, mentiras, codicias, lascivia... han contaminado todos los matrimonios que ha habido siempre sobre la Tierra. (…)
 Dicho lo cual, Señoría, me vuelvo al triste mundo de la incomprensión, donde no habita el olvido, y el recuerdo insiste intemporalmente en malquistarme con todos.
Y por si alguien lo duda: ¡sí, mil veces sí­ me sentí amada por Cortés!


 7.-  Faryunda/Pepa Alcaraz


Quiero escribir breve elegía en verso
libre, como ella, por esta mujer de
nombre Farjunda, lapidada
en Afganistán, bajo la acusación, falsa, de
haber quemado un ejemplar de libro
sagrado para los musulmanes.
Si fuera verdad, Farjunda,
que hay nada luego de la vida,
tu muerte habría de bastar
para construir, de inmediato,
un paraíso de tolerancia y bondad,
donde lo que llamamos
valores femeninos, no fueren sino valores humanos
de todos. Donde, expulsados
prejuicios, maldades y sinrazones,
florezca, no la ñoña bondad
de un cierto inane limbo inocente
donde todo es infantil angelidad
y candidez , sino un lugar cierto,
donde el tiempo asimismo rija
las cosas y donde exista lo real
tal y como lo conocemos.
 Así lo quiero yo,
Farjunda, para que inocentes
como tú gocen como en la Tierra
los amores y los placeres verdaderos,
que son los únicos
que hemos sabido que existen.
Un lugar sin excesos...
pero como éste de aquí,
donde puedas gozar de familia y amigos
de tus deudos todos, en paz,
sin desasosiego alguno,
y donde nunca estén, ni arrepentidos,
los sanguinarios mastuerzos

que sádicamente gozaron de tu muerte.


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(Para leer estos textos completos y hasta los 26 de que consta: acúdase al libro. ¡Hazte con él!)

1 comentario:

  1. La mayoría de esas mujeres tema de los "Camafeos" poéticos de Santiago Delgado, eran para mí absolutas desconocidas. Ahora, a través de la poesía y de la calidez de quienes les han dado vida, ya no lo son. Habrá que leerse el libro completo, como nos sugieres, Juan, para terminarlas de conocerlas y disfrutar de todos los matices poéticos del autor.

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