“Como una flor que crece en el asfalto”
Café Zalacaín, lunes literario,
como es este 23 de octubre, como no puede ser de otra forma. Se presenta
“Verdad”,
poemario de ZAIDA Sánchez
Terrer.
Un libro que comienza con la palabra “Escribo…”
y concluye con la palabra ‘verdad’.
Local al completo de personas interesadas: por cultura
poética, por amistad, por cercanía de ideas y de ánimo. Por lo que sea, a tope.
Presentadores, introductores de la obra han sido la
poeta Isabelle Gª Molina y el profesor, —y también poeta—, Vicente Cervera
Salinas.
Isabelle saluda a Zaida con sus propias palabras, de entre las dedicadas
al hijo que sí llegó, y así le dice:
Ocupas tanto
que tengo que
expandirme
para abarcarte”.
Asegura Isabelle que este libro que hoy se entrega al mundo
acoge poemas de diferentes poemarios que Zaida conserva inéditos.
Y la confluencia de lectores, en voz alta emocionada, como Alicia Poza y el acompañamiento musical a la guitarra de Raúl
Molina.
Amigos en quienes podemos polarizar la cantidad y calidad
de los presentes, que disculpen los demás, mencionar solo dos: el decano de la
facultad de Filosofía, Antonio Campillo; y la Bibliotecaria de Alcantarilla, Mª
José Gómez.
Esta situación es el distintivo, no es extraño: es la marca
de Zaida, cuando convoca a amigos, conocidos y diletantes, su expresión en
espacio de su poemario, Verdad, que nos dice:
“Es
demasiado tarde cuando lo descubrimos
la
verdad, finalmente, solo era el enunciado”.
En este círculo que se abre y se cierra, coincidiendo con
las páginas, los poemas se enlazan en los eslabones circunscritos.
Tiempo:
“…Y me pregunto cuándo,
después de tantos años,dejé de conocerte”.
Después de treinta años,
todavía me queda de ti esa eternidad”.
Amor/desamor,
“Yo tengo que sufrirte
como te he amado.
…Como tampoco pude
escapar de tu amor cuando llegó”.
“No temas caer en la tentación. No voy a disfrazarme.
Sé quién eres y sé quién soy. Moriremos al fin,
seguros de tenernos en la completa ausencia”.
“Después de una tormenta de silencio,
…
Solo queda el amor entre las
ruinas…”
Dolor en la ausencia, y el desierto…“Ahora que no estás
soy parte del vacío
que contigo dejaste”
… … …
“Cuando me dueles tú,
me duele el mundo,
me duele respirar
y hasta quedarme quieta”.
“Me ocupa este dolor
como invierno”.
Pensar es rememorar.
Hay memoria, también en las elegías. Para casos de personas de
excepcional valía literaria, artística o de luchadora social, porque sus obras dan testimonio del universo,
en las que la acción y la escritura se convierten en una imaginación expresada sin
límites, contra la dictadura moral y la resignación.
Como la presencia de la adolescencia y la infancia, por las
que, con certeza, ser niña en el corazón de padres, tan afortunadamente presentes
siempre; hablar a sus padres y puede escuchar sus respuestas.
Y en su Ser(gio). Se volvería a vivir, aunque siempre falta tiempo.
Lo que esperamos de Zaida es la palabra, sea narrada o sea poesía.
Como la música, que contiene fuerza y dolor: soñar que se
puede decir la verdad, pues la poeta rinde culto a las ideas. Por eso cada
poema habla de lo que hace latir al mundo.
Personas vinculadas
y referentes
que se fueron por la senda de la que no se regresa.
Presentes las evocaciones de amigos y de personas
influyentes. La pérdida: ‘Mis personas habitan en mí y conmigo viven’ viene a
decirnos Zaida.
Los poemas se escriben atendiendo a los ausentes, y se destinan a los vivos:
‘Para
las que se mueren’.
“Respiro quieta, sigilosa,
vencida,
con un cansancio hueco,
lacerados de inviernos y de
frío”.
Poema recitado en la
voz y presencia en este acto poético y, por tanto, también de pugna feminista,
por la tenaz luchadora y briosa profesora, Alicia Poza, el estigma social y la
pérdida de autonomía que vive la mujer —tanto
genérica como individual, una mujer en la que muchas mujeres pueden reconocerse—, y
lo lee en “Es menos primavera”:
Recién inaugurada
la frágil primavera te marchaste,
donde la luz te lleva,
la que irradia tu vida y tu palabra”.
“Tu nombre ha de ser
huella
que recuerde el camino.
Ser mujer, todavía,
Sigue siendo difícil
para muchas,
cuando no una condena”.
Padres/hijos,
“Para ser hija se levantaron puentes que
permitieran cruzar a otras orillas, se tejieron distancias de adolescencia y
cuerpo que madura, y crecieron las alas necesarias para poder volar y poder
volver”.
La rotunda verdad de Zaida:
“Mi hijo, todo entero, es la belleza”.
“Antes ya de ser madre
lo sabía,
pero no hasta qué
límite,
ineludiblemente,
necesito ser para
ofrecer mi ser”.
Para la
hija que no llegó:
“Porque tú
te pareces
a todos
los momentos infinitos y ciertos
en los
que te he esperado”
Y el poema
“Regreso”, dedicado a su hermano:
“...te amamos / con las manos, la pena, / la
risa y las palabras”.
Los libros, que en Zaida, no pueden eludirse:
no son tristes ni alegres,
ni profundas ni simples, son verdad”.
“Hay libros que se clavan y que duelen
que
no pueden contarse
sin
exponernos luego a quedarnos desnudos”.
Los poemas de este libro se cierran, es poeta viajera, que vive
su tiempo en espacios amados donde no es extranjera. Al final de ‘Itinerarios’,
donde los asistentes y los lectores disfrutan de la poesía de Zaida,
versos habitables, donde lo desconocido se envuelve en Luz.
Oficio de la literatura y ser mujer:
“La armonía hecha verdad”.
Todo un lujo esa noche y ver a Zaida. Tan poeta, tan mujer, tan cierta. Gracias por hacérnoslo revivir, Juan.
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