miércoles, 3 de junio de 2015

EN EL SENDERO: TAPAS EN UN TRAYECTO HISTÓRICO


 De viandas (tapas), de nombres de ciudad y viaje a la historia.

El experimentado saber popular señala que las fiestas y acontecimientos en los que no se come ni bebe están destinados a desaparecer. Es obvio.

 Por intuirlo con fuerza, a la vez que por saber que esto mueve economía, se ha extendido lo de acudir a bares y restaurantes, de “ruta de tapas”, es ya práctica extendida en la geografía extensa.



Podría nombrar muchos lugares donde se oferta, –sería un total exceso; o lo que es peor: parecería que estoy en ello y hago publicidad gratuita e interesada-.

 Porque se ha puesto tan de moda que no sólo los ayuntamientos sino otras instituciones ofrecen “rutas de tapas”, ¡hasta en barco! con paradas en bares a pie de agua litoral de Murcia.

  Aunque los precios (2,5€, tapa y bebida) sean inferiores a lo que es la regularidad cotidiana, no todos pueden hacer el camino: es el lado sombrío de la realidad.

Señalaré un ejemplo extrapolable.


He elegido a Orihuela.

Me he acercado en tren, desde Murcia. Un breve viaje, para optar a restaurantes y bares en un entorno de calles monumentales. Caminar por la historia  mientras se va de un sitio para otro.

Oriola, momento de impulso y sosiego.

 

El orden para componer las piezas es complejo.


La ciudad se ofrece –como tantas otras ciudades y pueblos- en un periplo por el territorio de las tapas, que alterna con los vestigios y memoria de la historia.


Prefiero que esta ciudad se llame Oriola, tanto en valenciano como en castellano. La denominación “Orihuela” tiene una inclinación sonora resignada a lo fácil, y convertirse en “origüela”.

De los romanos tomó el nombre de Orcelis, a los habitantes se les llama orcelitanos. Literariamente, Orihuela es Oleza; (del escritor Gabriel Miró).
En el castellano seseante de la Vega Baja, la histórica sería “Orselis” y la literaria “Olesa”.
Oriola, sin problemas.

   Divagaciones de quienes poco bebemos, -me hace efecto enseguida, lo aseguro-, por lo que disfruto, una vez más, del entorno de calles oriolanas, con la coartada del llamativo festín alimentario. Que lo es.

Degustando cerveza, vino y bocado, cada quien compone su propio puzzle, el visitante no puede sustraerse a la explosión arquitectónica de imponentes torres y fachadas, que se anotan en centenas de años. Oriola ofrece al visitante una ruta insospechada que vive en los sentidos.


Los caminantes van configurando el acontecimiento de la tapa. Y sin necesidad de ser conscientes de ello, se reconoce en una recuperación de la memoria frente al olvido. Es otro camino, lleno de impresiones: fusión de monumentalidad ambiental y bocado sabroso, entre vestigios que son reclamo turístico recomendable, conviven cultura y economía local. El viento histórico debe ser enlazado con el progreso tecnológico, sin melancolía ni desorientación.


Oriola abre su despensa en el casco histórico, a una mirada de la catedral, poblada de aromas, colores y texturas recién hechas, lugar de tapas de aplauso. En el recorrido por el territorio oriolano terrazas de bares y restaurantes salen al encuentro del caminante en una placentera alternativa de salón comedor a la tradicional ruta de la monumentalidad de la piedra (iglesias, conventos, signos templarios, fuentes y caminos tradicionales).

La incidencia del pasado.

 El recorrido que tutela el cauce casi seco del río Segura, permite visitar lugares como el Casino o el hotel-palacio de Tudemir, o el entorno del poeta Miguel Hernández, poemas en la tarde, huellas en la historia que, desde luego, impactan al visitante.

Las empedradas calles adyacentes, en restaurantes, bares y tascas son una exposición inacabable de tapas de buena gastronomía. Se puede rehacer la historia. Los lugares y sus adoquines  nos recuerdan lo que fue. Los relatos ante los espacios históricos aparecen como posibilidad de reconocimiento, como una narración que sólo una vez pronunciada adquiere todo su significado en el paso de lo individual la historia.

 Nos damos cuenta de lo que sucede. Y si queremos verlo realmente, en clave de presente. Reunir los fragmentos de historia dispersos es la dificultad e importancia de lo callado, que nos habla. La incidencia del pasado en la construcción necesaria del presente nos reúne alrededor de la comida lúdica. (No hablemos de ‘razón’, tampoco de sinsentido o frivolidad en lo de las ‘Rutas de la Tapa’). Recovecos profundos de la existencia humana.

Una visita que duró menos de tres horas, y que apresó el momento del calor inaugural y continuado. Todo para una lectura distinta de la ciudad de Oriola, en un compatible y triple despliegue: personas en leal confianza, compartiendo tiempo y apetitosas delicias; tomar vinos con amigos en la compañía de las piedras históricas.

Una órbita en la que se evita la agitación, sobre todo cuando a la fatiga se le añade la saciedad. La cultura también habita las calles, con las tapas, con la memoria y la música de la amistad.

Pero, ¿por qué la memoria? El acontecimiento no es lo que ocurre; es una búsqueda de comunicar el pasado con lo de hoy, y vital para el futuro: las calles y el poeta oriolano aseguran la tradición en la continuidad y se abren perspectivas.

Regreso en el tren de las cuatro.

Una intensa experiencia breve y agradable.

4 comentarios:

  1. Me ha encantado, muchas gracias por hablar de nuestra tierra. Un abrazo, Leticia

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  2. El artículo está impecable, gráfico y colorista, pero quitando un par de fotografías, y habida cuenta la hora en la que acabo de leerlo: 14´16h., casi que había empezado a hacérseme la boca agua esperando una descripción, eso sí, literaria, como todas las tuyas, de esas tapas a las que seguro hiciste todos los honores... ¡ pero cuyo nombre, aspecto, sabor y olor te guardas para ti solo, egoísta! ¡ Eso no se hace, y menos a estas horas...!

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  3. El artículo está impecable, gráfico y colorista, pero quitando un par de fotografías, y habida cuenta la hora en la que acabo de leerlo: 14´16h., casi que había empezado a hacérseme la boca agua esperando una descripción, eso sí, literaria, como todas las tuyas, de esas tapas a las que seguro hiciste todos los honores... ¡ pero cuyo nombre, aspecto, sabor y olor te guardas para ti solo, egoísta! ¡ Eso no se hace, y menos a estas horas...!

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  4. Buenas tardes, Juan. Tu visión de Oriola me ha gustado mucho. Es una ciudad que conozco bien: mucha historia y solera, de grandes monumentos, rancia y alegre, como toda ciudad mediterránea. Y ese "En Orihuela, tu pueblo y el mío..." de Miguel Hernández, a la muerte de Ramón Sijé, que como sabes, no se llamaba así, lo llevamos todos dentro desde que conocimos a este gran poeta.
    Y tú, Juan, como alma sensible que eres y errante pensador y gustador de nuevas sensaciones, te pusiste en camino.
    El tren siempre tiene algo de enigmático y de misterioso y, creo, es la mejor forma de viajar, contemplando el paisaje.
    Seguro que te fuiste empapando de todo lo que ofrece el paisaje. Y como excusa estupenda esa "Ruta de las tapas", colores y sabores en una bien amalgamada sinestesia. Y en buena compañía.
    Esa ruta no la he hecho todavía pero sí la de Murcia, y no descarto el hacerla: tus escritos siempre invitan a plasmarlos en la realidad.
    Un abrazo.

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