Profesores universitarios, Paquita Moya del Baño y Pepe García López, se les
distingue con su nombre en sendas SALAS de LECTURA de la Biblioteca Nebrija,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
Se
les reconoce, a los dos, las tareas de impulso y crecimiento progresivo de
volúmenes destinados a los estudios de Filología Clásica, con dedicación mantenida.

Confiado camino hasta la puerta de la biblioteca Nebrija, porque lo importante es quién recibirá el atributo de dar su nombre a una sala de lectura, quién explicará las razones del por qué y con quién comentaremos el gusto que nos suscita por la amiga distinguida. Eso y más que eso.
Nombre de
mujer profesora, que es punto en el mapa de recuerdos, de esfuerzos y
superaciones, con fruto en los libros de y sobre Latín, de y sobre Griego, traídos a ritmo de
la voz que explica qué se esconde tras los nombres de Francisca Moya (Paquita)
y de José García (Pepe).
En parte es un
homenaje y una evidente grandeza, a la vez que una guía de generosidad, de bondad,
de amor a los mitos y leyendas, a la teoría y a la reflexión. También el
reconocimiento de su compromiso con la Universidad.
Conseguir los
fondos bibliográficos ha sido un paseo duro y a ritmo lento, en apariencia
leve, pero duros y concentrados en momentos de aprendizaje, en el interior de
los textos que viven con el don de explicar la historia.
Profesores como
modelos de seguir pistas perdidas hasta hacerse con el libro con la mirada
pedagógica culta sobre el mundo clásico, referencias a libros o mitos, lo que
fue y sigue siendo.
Quizá sean los
nombres, por los que la dedicación y la bondad les depara ahora un rayo de felicidad
agradecida: su gesto es importante y grande. Queda constancia que han estado,
que han existido, en una presente memoria de trabajo bien hecho.
“Alegría en el homenaje”, dicen sus compañeros docentes universitarios.
“Emoción e inmensa suerte”, manifiestan las
autoridades académicas, porque las placas dan testimonio y reconocimiento de
quienes son profesores universitarios ejemplares, de su vocación práctica por el
valor de los libros.
“Reconocimiento de su generosidad y que se les agradezca en activo profesional y en presencia”, de quienes se entregaron a esta labor, incide
el Rector Magnífico, que señala a los libros como sustentadores del saber y las
huellas del tiempo. Y cierra el acto, para constatar que la fuerza de los
hechos ha sido la que lleva a reconocer los méritos de estas dos personas. Cita,
en francés, al matemático y filósofo de la ciencia, Henri Poicaré: “La pensée ne doit
jamais se soumettre…” (“El pensamiento nunca debe someterse a un
dogma, ni a un partido ni a una
pasión o un interés o una idea preconcebida, ni a nada, sino a los
hechos por ellos mismos, ya que,
si se doblegara, dejaría de ser pensamiento”).
Destacadas
autoridades para un hecho bibliotecario: el Rector actual, el alcalde de Murcia
y 4 ex rectores, acompañados por un sinnúmero de profesores, personas doctas
entre ordenados libros notables, ¡cuánto saber vivo por metro cuadrado!
Los dioses y
los santos protectores de las bibliotecas deben de estar contentos por lo que
aquí se dice – consecuencia de un proceso- y por la permanencia de estos dos nombres
en salas de lectura y consulta.
Y aquí estoy,
en esta algarabía de los hechos incuestionables, ilustrada a la vez que gozosa.
Por un momento, retoco la canción de Mecano:
“…y entre el bullicio
yo me meto dentro.
Ahí me colé
y en la fiesta me planté…”
En la doble vertiente de estar presente, y en la de que no es mi órbita pero he estado y me ha gustado el momento y el acto.
Mi asistencia
al acto lo es por amistad con la catedrática distinguida, Francisca Moya (Paquita)
y con sus compañeras y profesoras de Lenguas Clásicas, como lo son, entre
otros, Ángela Sánchez-Lafuente, Charo Guarino, Diana de Paco, otros presentes,
como el tándem docente-sentimental DePaco-Serrano, -sería interminable y
fatigoso mencionar a todos-, por lo que concluyo señalando el reencuentro con
Jerónimo Martínez Cuadrado, profesor de Francés, al que hacía años que no veía.
Y el agrado de
hablar con quien fue rector, Juan Monreal.
Contar todo
esto al modo de como lo hace Sherezade, que narra sus historias y superan toda
barrera. O como Marcel Proust quien, con singular maestría, describe cómo vive
la gente a su alrededor. (Siempre hay que basarse en modelos anteriores, ¿no?).
Broma aparte, subrayo,
eso sí, en lo profesional, el impulso de Paquita Moya por los Estudios Clásicos en
Murcia y su dedicación inclinada para que haya libros específicos donde estudiar.
Y, en lo personal, su constancia en el entusiasmo y su buen humor.

Como impulsora y entregada, queda suavemente enlazada a la responsabilidad que le supone tener su voz y su
nombre a los espacios de libros, admirable como paradigma envuelto en un sol de
la esperanza.
Muchas
gracias, Paquita
y ¡enhorabuena!