lunes, 20 de junio de 2016

Homenaje para don MANUEL CIFUENTES: matemático autodidacta, profesor orientado, persona entregada.


 
   Este de hoy es un viaje hacia la memoria y regreso al presente, que es lo que se vive.
     Los acontecimientos pueden ocurrir en cualquier parte.
     Destaca que sea en CEUTÍ, (municipio de Murcia, de vocación universal).
   
      No se es absolutamente objetivo cuando se menciona y habla de Ceutí, por la singularidad que le define, por su enclave geográfico (en aquella época, para llegar a Ceutí, había que proponérselo, pues no cogía al paso de fáciles vías de comunicación). Se sabe de Ceutí en cualquier geografía. Hoy las cosas han cambiado, aunque falta mucho por hacer.

    Ceutí, sus habitantes y administradores, en vez de recluirse, se hicieron eco e intuición, con juiciosa percepción: se estimuló la práctica de lo que era, más que una aventura, una vocación docente pues, desde luego, no supuso un negocio y sí una entrega vital para alcanzar una idea. Varios maestros y profesores, para salir de las limitaciones, constataron que era necesaria más educación, más formación; asentada la Primaria, abrirse a la Secundaria (que, por una parte, no era obligatoria; y, por otra, contaba con escasos institutos en la región o en gestión de instituciones religiosas.


   Y ese brío abierto y expansivo, se inició un camino que se ha mantenido en el paso de los años, en la realidad cultural y en otras manifestaciones, como que Ceutí es gran museo al aire libre.

       En el sueño y en la práctica, la dedicación de profesores y alumnos, nació la “Academia”, iniciada en años de la posguerra incivil y que, con su planteamiento educativo, abrió caminos para ser transitados por chicos y chicas del pueblo, y de los vecinos lugares de Lorquí y Alguazas. 

     La peculiaridad del momento histórico, de escasez de recursos económicos, pero de abundancia de talento personal, hizo arraigar este establecimiento docente, que preparaba a sus alumnos para los exámenes de los cursos de Bachillerato.
       Al final del curso, se viajaba a Murcia, y en un día o dos, a lo sumo, se pasaban las pruebas. Su resultado, cada año: un destacable altísimo índice de éxito, incluyendo calificaciones significadas. Era la forma de redención ante la penuria y la adversidad.
      A la “Academia”, resulta obvio, sin excusa, se iba a estudiar. No había tregua ni descuido ante las tareas de enseñanza y aprendizaje.

(Habrá mucho que contrastar y detallar, pero eso es tarea de los historiadores y los cronistas).

  Hoy damos cuenta del agasajo a la dedicación del profesor M.  Cifuentes. Su proyección y eco en la calidad del alumnado: cierto que hubo alumnos brillantes y destacados en la Academia. 

        No es menos cierto que hubo muchísimos de gran eficiencia en el estudio y muy significados en sus alcances profesionales posteriores: el germen y abono estuvo en el profesorado, en el ineludible interés y aplicación de tantos alumnos y varias generaciones, superando las condiciones sombrías, años de emigración y carestía. La carencia tiene una parte bella: cuando alcanza su objetivo la recompensa es inmediata.


      Es la búsqueda, de preferir las ideas para descubrir alguna verdad. Lo único que se esperaba del estudio es que hubiera una verdad que diera sentido a la vida y abriera el futuro. En la sociología de aquellos años, los padres trataban de que prosperaran sus hijos. Y el detalle cotidiano del momento que se inicia a finales de los años 50 del siglo pasado es el microcosmos de la Academia de Ceutí.


     Decía A. Camus, premio nobel, que la vida es un largo rodeo para volver a las verdades de la infancia. El caso es que el domingo 19 de junio, asistieron más de noventa personas de diferentes edades, antiguos alumnos y alumnas, acompañantes, familiares y el homenajeado, Manuel Cifuentes Clavijo.


  Conmoción con el acto promovido por un grupo de antiguos alumnos y, como cabeza del círculo organizador, José Manuel Pérez Muñoz, hasta hace poco, director del instituto de Ceutí.


   
     Vaya por delante que los asistentes tenían previsto menú, porque las fiestas donde no se come no son fiestas. 

      Horas de convivencia en un evidente presente, palabra y recuerdo, con hilos de nostalgia. Se navegó por huellas consistentes desde el principio de estudiantes, en lo que fue la Academia de Ceutí
     Visita al pasado y regreso continuo a la actualidad: quedamos nosotros. Ahora; sin que sea ejemplo el ‘Ángel de la Historia’, del filósofo Walter Benjamin, que mira hacia atrás y se asusta. Miramos y volvemos la mirada al presente.

        Aquí miramos hacia atrás y sonreímos. Estamos casi todos los convocados, en torno a la figura de Manuel Cifuentes, profesor de Matemáticas en aquella institución, tan de sólida utilidad, en su momento histórico, como lo eran el Ayuntamiento, las fábricas, el Casino y las significadas entidades civiles y religiosas.

 
   Hace seis décadas desde el inicio, que ha durado hasta la construcción y funcionamiento del Instituto de Ceutí. Un periplo acompañado, se le rinde tributo y se encuentra la dignidad en el retrato del profesor que está ahí: la  Academia regresa sorpresivamente en apetecible recuerdo vivo. Hermoso momento de búsqueda y encuentro de las raíces y la pertenencia a la comunidad.

   



  No hubo elogio desmesurado: sin concesiones, como en su época no hubo tiempo de perderlo. Allí intervinieron alumnos que lo fueron, como Pepe Escámez, Valentín y Diego Corbalán entre otros. Y cantaron los panegíricos en torno a la figura significada de Manuel Cifuentes. Repetirlo aquí o intentar otros nuevos adjetivos solo sería un pálido reflejo. 



 [Lo que se echó de menos fue la intervención de alguna alumna, de entre las presentes, que eran bastantes y, seguro, tiene una visión distinta y distinguida que aportar. Sentimos esa ausencia].


       Como señalaba el poeta Rilke, estamos llamados a pensar con el corazón, a la vez que se sale de la soledad y de la nostalgia.

      Lo del domingo fue un relato coral, donde nos identificamos. Se llega a reconocer temas que son muy importantes como la lealtad, la naturaleza, la eficiencia en el resultado de la docencia y la bondad. porque el corazón es la máquina del ritmo, es la máquina de la precisión, es la máquina de la vida. El sentimiento es una forma de conocer. Una vez satisfecho lo material, la realidad se encuentra al principio del camino.

     Los pueblos pequeños tienen muchos problemas. Estar ubicado en la periferia, lejos de las grandes ciudades, es otro problema que influye, sin duda.
 
   Manuel Cifuentes, hombre que comprendió el valor de los objetos en el plano y en el espacio, también los detalles; persona y profesor entregado, se mantuvo fiel a su dedicación matemática, confió plenamente en que el estudio es vehículo de superación, camino del éxito personal del estudiante y colectivo de una sociedad.
        Su éxito y, hoy, su reconocimiento, tiene dimensión arquetípica. Cuando le conocías sabías que habías conocido a un profesor entregado a lo suyo, sobre su personalidad, con la iluminación sobre su vida y su biografía. Muchos de Ceutí nos sentimos orgullosos.

      Los ceutienses hemos bebido conceptos y cultura de todas partes, afortunadamente. Tenemos el mestizaje colosal de ideas, de pueblos y personas que nos han enseñado tantas cosas.

        Emprendedores, artistas hasta ser caballeros andantes, trovadores y todas las otras versiones de la cultura. Todo ese mundo, sin duda, está sentimentalmente aquí y sigue en el subconsciente colectivo, desde el que se educa a las nuevas y actuales generaciones, también por el sentimiento, de ser personas capaces.
       Es hermoso que un/a muchacho/a comience su vida y se abra camino sobre el propio panorama que le ofrecieron. Y, sin prejuicios, -que impiden descubrir y conocer a las personas-, que busque sentido a todos los símbolos. La mirada hacia el mundo de una forma diferente.

       Evidentemente la palabra, socialmente hablando, es justicia, para que cada día no falte el pan ni las cosas elementales.
     Una manera fresca y conmovedora de hablar de existencias complicadas: las de aquellos estudiantes ceutienses que en los sesenta del pasado siglo dejaban el pueblo, camino de un futuro, abiertos a una esperanza de cercano plazo. Promesa como agarre sólido frente a la incertidumbre.

    El tono desenfadado con el que se vivió el domingo este momento de nostálgica convivencia, conforme avanza este homenaje al carácter épico del profesor Cifuentes, la historia gana en solidez.

       En la conciencia de la infancia había tanto por descubrir que incluso a los miedos se les llamaba misterios.
     En la madurez se estrechan los caminos, la propia nostalgia se describe como una camiseta que te gustaba mucho y ya no te cabe. Humor, ironía, juegos de palabras, buena reflexión, van configurando.

       Momento sugestivo y espléndido que habla de una vida liberada de los afanes, la de Manuel Cifuentes.



¡Enhorabuena, don Manuel!

Su gente está aquí. Para compartir muchos y largos años que se le desean de vida.

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Tinta invisible


 
     El espacio que hay entre el homenaje merecido y el encuentro entre iguales sirve, cuando menos, este encuentro para recuperar, actualizar el contacto con compañeros y amigos de siempre.

      La realidad es una muestra a escala de los intereses de todos. Solo que aquí, todo está puesto al servicio del relato de la historia y de los hechos.

      La referencia, la crónica por lo general es nada fácil.
     Y, también, por si no se nombra a todos quienes asistieron a este espacio necesario, pudiera parecer descortesía. No, que no le sea; solo falta de espacio. 

     Dar de esto exige salir de sí y desprenderse de todo, hacer que las cosas entren.
     Esto es un paso más en esa mirada allá lejos y ahí afuera.

    No hay contradicción alguna, la mirada a lo más íntimo y profundo, y es que, en la visión del mundo desde Ceutí.

     Lo que está en el interior, afuera es apropiado y se hace interior.

     ¿Pasado?, ¿futuro? Tan sólo ahora mismo: el instante no vive en un antes y un después”.
     Sentimiento de Ceutí, donde lo particular y lo universal son categorías indiferenciadas. Se supera la contradicción viviéndola.



      Creo que ya el hecho de publicarlos aquí dice mucho de la situación. 

1 comentario:

  1. A medida que iba leyendo tu cumplida - y sentida - crónica a ese homenaje que hicisteis a vuestro "viejo profesor", ese reencuentro de antiguos alumnos y ese canto al pueblo que tanto amas, un sentimiento que rebosa entre líneas, no podía dejar de preguntarme: ¿ para cuándo un homenaje a ese otro profesor, de raza y vocación, que eres tú?

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