Los acontecimientos pueden ocurrir en cualquier parte.
Destaca que sea en CEUTÍ, (municipio de Murcia, de vocación
universal).
No se es absolutamente objetivo cuando se menciona y habla
de Ceutí,
por la singularidad que le define, por su enclave geográfico (en aquella época,
para llegar a Ceutí, había que proponérselo, pues no cogía al paso de fáciles
vías de comunicación). Se sabe de Ceutí en cualquier geografía. Hoy las cosas han
cambiado, aunque falta mucho por hacer.
Ceutí, sus habitantes y administradores, en vez de recluirse,
se hicieron eco e intuición, con juiciosa percepción: se estimuló la práctica de
lo que era, más que una aventura, una vocación docente pues, desde luego, no
supuso un negocio y sí una entrega vital para alcanzar una idea. Varios
maestros y profesores, para salir de las limitaciones, constataron que era
necesaria más educación, más formación; asentada la Primaria, abrirse a la
Secundaria (que, por una parte, no era obligatoria; y, por otra, contaba con
escasos institutos en la región o en gestión de instituciones religiosas.
Y ese brío abierto y expansivo, se inició un camino que se
ha mantenido en el paso de los años, en la realidad cultural y en otras
manifestaciones, como que Ceutí es gran museo al aire libre.
En el sueño y en la práctica, la dedicación de profesores y
alumnos, nació la “Academia”,
iniciada en años de la posguerra incivil y que, con su planteamiento educativo,
abrió caminos para ser transitados por chicos y chicas del pueblo, y de los
vecinos lugares de Lorquí y Alguazas.
La peculiaridad del momento histórico, de escasez de
recursos económicos, pero de abundancia de talento personal, hizo arraigar este
establecimiento docente, que preparaba a sus alumnos para los exámenes de los
cursos de Bachillerato.
Al final del curso, se viajaba a Murcia, y en un día o dos,
a lo sumo, se pasaban las pruebas. Su resultado, cada año: un destacable altísimo
índice de éxito, incluyendo calificaciones significadas. Era la forma
de redención ante la penuria y la adversidad.
A la “Academia”,
resulta obvio, sin excusa, se iba a estudiar. No había tregua ni descuido ante
las tareas de enseñanza y aprendizaje.
(Habrá mucho que contrastar y detallar,
pero eso es tarea de los historiadores y los cronistas).
Hoy damos cuenta del agasajo a la dedicación del profesor M. Cifuentes. Su proyección y eco en la calidad
del alumnado: cierto que hubo alumnos brillantes y destacados en la Academia.
No
es menos cierto que hubo muchísimos de gran eficiencia en el estudio y muy
significados en sus alcances profesionales posteriores: el germen y abono
estuvo en el profesorado, en el ineludible interés y aplicación de tantos
alumnos y varias generaciones, superando las condiciones sombrías, años de
emigración y carestía. La carencia tiene una parte bella: cuando alcanza su
objetivo la recompensa es inmediata.

Es la búsqueda, de preferir las ideas para descubrir alguna verdad. Lo único que se esperaba del estudio es que hubiera una verdad que diera sentido a la vida y abriera el futuro. En la sociología de aquellos años, los padres trataban de que prosperaran sus hijos. Y el detalle cotidiano del momento que se inicia a finales de los años 50 del siglo pasado es el microcosmos de la Academia de Ceutí.
Decía A. Camus, premio nobel, que la vida es un largo rodeo
para volver a las verdades de la infancia. El caso es que el domingo 19 de
junio, asistieron más de noventa personas de diferentes edades, antiguos
alumnos y alumnas, acompañantes, familiares y el homenajeado, Manuel
Cifuentes Clavijo.
Vaya por delante que los asistentes tenían previsto menú, porque
las fiestas donde no se come no son fiestas.
Horas de convivencia en un evidente presente, palabra y
recuerdo, con hilos de nostalgia. Se navegó por huellas consistentes desde el principio
de estudiantes, en lo que fue la Academia
de Ceutí.
Visita al pasado y regreso continuo a la actualidad: quedamos nosotros. Ahora;
sin que sea ejemplo el ‘Ángel de la Historia’, del filósofo Walter Benjamin,
que mira hacia atrás y se asusta. Miramos y volvemos la mirada al presente.
Aquí miramos hacia atrás y sonreímos. Estamos casi todos los
convocados, en torno a la figura de Manuel Cifuentes, profesor de Matemáticas en
aquella institución, tan de sólida utilidad, en su momento histórico, como lo
eran el Ayuntamiento, las fábricas, el Casino y las significadas entidades
civiles y religiosas.
Hace seis décadas desde el inicio, que ha durado hasta la
construcción y funcionamiento del Instituto de Ceutí. Un periplo acompañado, se
le rinde tributo y se encuentra la dignidad en el retrato del profesor que está
ahí: la Academia regresa sorpresivamente en apetecible recuerdo vivo. Hermoso momento de búsqueda y encuentro de las raíces y la pertenencia a la comunidad.

No hubo elogio desmesurado: sin concesiones, como en su
época no hubo tiempo de perderlo. Allí intervinieron alumnos que lo fueron,
como Pepe Escámez, Valentín y Diego Corbalán entre otros. Y cantaron los
panegíricos en torno a la figura significada de Manuel Cifuentes. Repetirlo aquí o intentar otros nuevos adjetivos solo sería un pálido reflejo.
Como señalaba el poeta Rilke, estamos llamados a pensar con
el corazón, a la vez que se sale de la soledad y de la nostalgia.
Lo del domingo fue un relato coral, donde nos identificamos.
Se llega a reconocer temas que son muy importantes como la lealtad, la
naturaleza, la eficiencia en el resultado de la docencia y la bondad. porque el
corazón es la máquina del ritmo, es la máquina de la precisión, es la máquina
de la vida. El sentimiento es una forma de conocer. Una vez satisfecho lo
material, la realidad se encuentra al principio del camino.
Los pueblos pequeños tienen muchos problemas. Estar
ubicado en la periferia, lejos de las grandes ciudades, es otro problema que influye,
sin duda.
Manuel Cifuentes, hombre que comprendió el valor de los objetos en el
plano y en el espacio, también los detalles; persona y profesor entregado, se
mantuvo fiel a su dedicación matemática, confió plenamente en que el estudio es
vehículo de superación, camino del éxito personal del estudiante y colectivo de
una sociedad.
Su éxito y, hoy, su reconocimiento, tiene dimensión
arquetípica. Cuando le conocías sabías que habías conocido a un profesor
entregado a lo suyo, sobre su personalidad, con la iluminación sobre su vida y
su biografía. Muchos de Ceutí nos sentimos orgullosos.
Los ceutienses hemos bebido conceptos y cultura de
todas partes, afortunadamente. Tenemos el mestizaje colosal de ideas, de
pueblos y personas que nos han enseñado tantas cosas.
Emprendedores, artistas hasta ser caballeros andantes,
trovadores y todas las otras versiones de la cultura. Todo ese mundo, sin duda,
está sentimentalmente aquí y sigue en el subconsciente colectivo, desde el que se
educa a las nuevas y actuales generaciones, también por el sentimiento, de ser
personas capaces.
Es hermoso que un/a muchacho/a comience su vida y se
abra camino sobre el propio panorama que le ofrecieron. Y, sin prejuicios, -que
impiden descubrir y conocer a las personas-, que busque sentido a todos los
símbolos. La mirada hacia el mundo de una forma diferente.
Evidentemente la palabra, socialmente hablando, es
justicia, para que cada día no falte el pan ni las cosas elementales.
Una
manera fresca y conmovedora de hablar de existencias complicadas: las de
aquellos estudiantes ceutienses que en los sesenta del pasado siglo dejaban el
pueblo, camino de un
futuro, abiertos a una esperanza de cercano plazo. Promesa como agarre sólido
frente a la incertidumbre.
El tono desenfadado con el que se vivió el domingo este momento
de nostálgica convivencia, conforme avanza este homenaje al carácter épico del
profesor Cifuentes, la
historia gana en solidez.
En la conciencia de la infancia había tanto por descubrir
que incluso a los miedos se les llamaba misterios.
En la madurez se estrechan los caminos, la propia nostalgia
se describe como una camiseta que te gustaba mucho y ya no te cabe. Humor,
ironía, juegos de palabras, buena reflexión, van configurando.
¡Enhorabuena, don Manuel!
Su gente está aquí. Para compartir muchos y largos años que
se le desean de vida.
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Tinta invisible
El espacio que hay entre el homenaje merecido y el encuentro
entre iguales sirve, cuando menos, este encuentro para recuperar, actualizar el
contacto con compañeros y amigos de siempre.
La realidad es una
muestra a escala de los intereses de todos. Solo que aquí, todo está puesto al servicio del relato de la historia y de los hechos.
La referencia, la crónica por lo general es nada fácil.
Y, también, por si no se nombra a todos quienes asistieron a
este espacio necesario, pudiera parecer descortesía. No, que no le sea; solo
falta de espacio.
Dar de esto exige salir de sí y desprenderse de todo, hacer
que las cosas entren.
Esto es un paso más en esa
mirada allá lejos y ahí afuera.
No hay contradicción alguna, la mirada a lo más íntimo y
profundo, y es que, en la visión del mundo desde Ceutí.
Lo que está en el
interior, afuera es apropiado y se hace interior.
¿Pasado?, ¿futuro? Tan sólo ahora mismo: el instante
no vive en un antes y un después”.
Sentimiento de Ceutí, donde lo particular y lo universal son
categorías indiferenciadas. Se supera la contradicción viviéndola.
Creo que ya el hecho de publicarlos aquí dice mucho de la
situación.
A medida que iba leyendo tu cumplida - y sentida - crónica a ese homenaje que hicisteis a vuestro "viejo profesor", ese reencuentro de antiguos alumnos y ese canto al pueblo que tanto amas, un sentimiento que rebosa entre líneas, no podía dejar de preguntarme: ¿ para cuándo un homenaje a ese otro profesor, de raza y vocación, que eres tú?
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