Un
año más, en martes, como marca el ritual y el calendario, ROMERÍA de subida al
monte. Lo que viene a significar que no es noticia, sino tradición arraigada.
“…el lucerito del alba / se ha vuelto trasnochador /quiere ver
la romería,/ antes que la vea el sol…”).
Se remueve la memoria. Evocación
de la huerta en el día de la Romería (que se puede escuchar, 'pinchando'):
Más
gente que toma posiciones en el Puente y sus inmediaciones. gente que pasa,
gente que llega, mirada al río…
Muchedumbre.
Enormidad de gentío (¿medio millón de personas dirán los informativos y los
periódicos?)
[Aquí
no hay que hacer “guerra de cifras y cantidades”, como en otros eventos septembrinos,
léase ‘Diada catalana’].
Las
8 de la mañana: desde el Puente Viejo se escucha el volteo y repique de
campanas. Quiere decir que la virgen de la Fuensanta abandona la catedral y se
encamina a su santuario del monte, en un trayecto de unos 8 kilómetros, que
tardará en recorrer algo más de seis horas. Continuas estaciones de parada en
altares y lluvia de pétalos a lo largo del itinerario).
Cada vez cuesta más moverse:
— “Ya viene,… ya viene…”, se escucha sin grito, en rumor
emocionado.
Pasan mujeres
y hombres descalzos, con velas o sin ellas, en cumplimiento de quién sabe qué promesas compensatorias
de males remediados, adversidades sufridas y que hoy se agradece o se pide.
Familias, grupos de amigos, vecinos con los que se ha quedado… Ahí van.
Una multitud llena el segmento final de Gran Vía y se encamina bajando el Puente hacia la iglesia del Carmen.
Los
motivos que mueven a la concurrencia son (serán) diferentes y todos legítimos:
desde el fervor religioso, el evento lúdico, la costumbre, la curiosidad,…
Comentaba
mi profesora de Antropología Filosófica (que no es de Murcia, pero sí de profunda creencia
y religiosidad practicante) que este tipo de concentraciones es difícil de
explicar, pero que los hechos son más tozudos que las teorías. Y es lo que hay.
Todos
sabemos que la imagen de la virgen de la Fuensanta es un “objeto”. Aún así,
mujeres y hombres le lanzan gritos de:
— “¡Viva la
virgen de la Fuensanta!”, —y se emocionan al decirlo y también que les
corean: “¡Viva!”
Y
aplauden cuando escuchan en insistencia a alguien, (muchos y continuos ‘alguien’,
mujeres y hombres enfervorizados, a lo largo del camino), exclama en clamor de
homenaje:
— “¡Guapa,
guapa, guapa!”
Y
romeros portando cañas liceras, como alegoría, para la llamada a la lluvia, que
ya es más necesaria en Murcia.
La
inmaterialidad, el patrimonio inmaterial de la Humanidad: pertenece a todos y
cada uno de quienes de madrugada han asistido a misa en la catedral, o aguardan
su salida; u ocupan aceras y calles, también a quienes la acompañan durante
trechos o toda la ruta, a quienes miran y ven… Voces que nada dicen que pueda
explicarse en esta lectura de la tradición, como reflejo de la sociedad donde
se produce.
El
crédito del hechizo no depende únicamente de quienes lo pronuncian. Cantos y
conjuros que emanan de pulmones que se hinchan con gozo y que, aunque se repiten cada
año, no resultan monótonos ni estereotipo empobrecedor. Todo acto de lenguaje tiene
consecuencias.
Es
probable que no se lleve al límite la complejidad de pensamiento que estas
concentraciones encierran. (En la geografía y en la conciencia del mundo hemos
visto, en televisión y periódicos, concentraciones masivas con motivo de la ‘Fiesta
del cordero’ musulmana, como también la visita a La Meca, de actualidad).
No
todo es inteligencia y raciocinio. Es algo más que complejidad en las
estructuras, es establecimiento de un vínculo admitido con tintes religiosos, poéticos
y de folclore (“saber del pueblo”). Es puro
pensamiento en intuición y naturaleza, ligados por decisión propia.
Suena
la campana de la virgen de los Peligros (ya se sabe: “…la que está
encimica del Puente…”) a la vista de la banderola anunciadora.
Una
rondalla de instrumentos de cuerda, compuesta de chicos jóvenes (al mayor no le pongo más de 25 años), toca y canta parrandas y malagueñas.
Hagamos
un espacio para el recuerdo de don Manuel Massotti, que compuso las “Coplas
murcianas”, de sentimentalidad a flor de piel. Él mismo decía de su obra:
— “¡qué bonitas
son las Coplas murcianas!”: https://www.youtube.com/watch?v=mbw8JqJO4NQ
Y
disfrutarán del día festivo.
Así
se lo deseo a todos.
=====ooooo00000ooooo=====
Nota
discordante.-
Además
de la motivación por asistir a un popular bien común, ha de haber espacio a la
incomodidad de la protesta.
Esta
situación lleva aparejada una incomodidad sufrida e innecesaria: la de los uniformados agentes
de la policía que, sin amabilidad, con contundencia y técnica ensayada para el
desplazamiento de personas para que no ‘molesten’ ni invadan el territorio
reservado a las autoridades…
¿Captan
lo que se quiere decir, verdad?
Personas
de distinta edad y condición hemos sido desplazados a empellones hacia las
aceras ya ocupadas, y que con el consiguiente efecto de carambola nos
convertimos en empujadores.
Mientras,
las autoridades sacan pecho, barriga y sonrisas estudiadas.
Si
no hay ni el más mínimo atisbo, por nadie, de estorbar y mucho menos de agredir
a la “Feliz Gobernación” ¿de quienes se protege a tales autoridades? -Son los políticos que nos merecemos -?- y que gastan nuestro dinero en su bienestar. Nadie les ha movido la alfombra bajo los pies ni ha habido, nunca, que se sepa, un intento violento. Pero usan a agentes fornidos que pagamos con los impuestos del pueblo, contra el pueblo.
Me
ha dolido y no solo físicamente. Y protesto.
Me ha gustado Juan, ¡qué bien lo has descrito!.
ResponderEliminarUn texto emocionante, colorido, vitalista... Y justificadísima tu queja final. A ver si llegara hasta los oídos de los próceres.
ResponderEliminar