jueves, 17 de noviembre de 2016

PERIPLO DESDE EL MONTE ARABÍ HASTA LOS “LIBRICOS” DULCES, EN EL EJE DE ADRIANO.

      Hablamos de YECLA. Y de un encuentro cultural en el Altiplano de Murcia.
        Donde hay mucho que ver y, por supuesto, que contar.

   La Asociación de Protectores del Museo de Bellas Artes, de Murcia (APROMUBAM) se echa al camino y, en esta ocasión, viaja hasta Yecla.

     Y, como ocurre en la memoria de cualquier relato viajero, a la pregunta de “¿por dónde empezamos?”, pues hay que responder —solo sugerir, inducir— “¡por el principio!”.
     (Esta hilvanada descripción puede llegar a ser incluida en la memoria anual de la Asociación cultural).

      Así que vamos hasta el lugar de los ancestros, el solariego monte ARABÍ, patrimonio de la Humanidad, (que toma su denominación de la proximidad a la rambla del mismo nombre).
[Aunque agrada el nombre de “Arabí”, sin tener relación, solo coincidencia con los ecos cultos y místicos de Ben Arabí, el místico sufí y filósofo murciano del siglo XII]. 

  A lo que íbamos.

 Dejamos el autobús aparcado y, por un camino—senda forestal, nos dirigimos al conjunto histórico artístico. A lo que se puede acceder, claro. Que, ahora mismo hay mucho protegido, por estudio y en evitación de vandalismo incomprensible, pero cierto, no se puede visitar. 


      El Monte Arabí es la montaña mágica de Yecla, como se sabe. Bien se encarga de repetirnos la rubia responsable de la cultural excursión, por si en última instancia queremos formular un deseo… o dos.

      El guía de esta mañana nos recibe, acoge y orienta. Es un hombre joven muy bien informado, que habla rápido y con profusión de datos explicativos, también salpicados de anécdotas, tanto del lugar como de su contenido: las pinturas rupestres.
   
   Y la importancia más que significativa del monte y sus históricos caminos y confluencias.

    Solo hemos podido visitar los dos cantos de visera; el segundo en estado de conservación sensiblemente mejor que el primero. 


    Las pinturas rupestres se ven bien.

   
 Ayudados por el guía (¡lo que sabe este hombre y cómo lo desgrana!), —luego lo será también guía en el Museo Arqueológico yeclano—, 
     se acaba descubriendo los trazos, a la vez que explica las claves y significados. 



     Estamos a 18 Km. del casco urbano de Yecla. Vamos en autobús, circunvalando, porque este tipo de vehículos no pueden entrar en el centro.

 
   Y en el museo Arqueológico nos desembocamos.

       Entramos, y, al poco, abruma la iluminación de las piezas: es tan fuerte y de luminosidad blanca que distorsiona la obtención de fotos que sean captadas desde el teléfono móvil: no hacen justicia a la belleza de los objetos artísticos que conserva este museo.
       Unas originales, otras copias bien hechas.
     La distinción queda para los entendidos, (que en este grupo son muchos).
 
Y recorremos las salas, despaciosamente y con inquieta expectación para llegar a la sala donde está la special guest star: es el busto de ADRIANO, emperador romano de origen hispano, a quien., tras su muerte, convirtieron en dios.
¡Gran pieza en este museo de Yecla!


La escucha es atenta, casi de veneración. Bella escultura.
     Indicaciones y comentarios del paraje cercano donde fue encontrada y… la certeza de que puede haber más piezas. 

     Se hace presente, también, la novela “Memorias de Adriano”, de la francesa Marguerite Yourcenar, que tuvo gran éxito de público en los años 82/83, del siglo pasado, por la bondad de la obra y porque se difundió que era libro de cabecera del, en aquel entonces, presidente del gobierno de España.
       Relato de la vida y muerte del emperador Adriano.
En él, el emperador medita y reflexiona acerca de sus años de reinado, de sus triunfos militares, del amor, de la amistad, de la poesía, de la música, del arte, de los viajes, de la paz, de la pasión…


 M. Yourcenar anotó la conocida frase de Gustave Flaubert:

«cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre».

    Ver y admirar escultura dentro de la escultura para involucrar al espectador en la obra. Y aquí lo tenemos, Adriano en Yecla.

    Se establece un diálogo entre el visitante y el busto de Adriano.
    Es la manera en la que se muestra y presenta, en lugar de ofrecer sus limitaciones. Un viaje alrededor de Adriano que tiene como destino el arte, en el sentido en el que se desarrolló cuando la talla gozaba de otro tipo de funciones, como la devoción política y, luego, la religiosa. Todo trasciende hasta la conciencia artística.
Entre los visitantes se siente interés por la historia y por la conocida atracción que los romanos del imperio tenían por la Antigüedad. 

      Visitamos otras salas. 

 
 Camino del sótano, hay un mosaico romano, casi completo.
  
El clima seco permite la milagrosa conservación de algo tan frágil como las teselas. Como este, preservado en buen estado (y algunas piezas dañadas, lamentable).
   Mosaico y relieve configuran una estética en extremo vibrante.


Llegamos a las bodegas. 
    O lo que fueren.

Causan cierta impresión. 
   




       Y, ¡ah! otra sorpresa.

      Recomiendan subir a la parte alta: lo que el museo ‘esconde’.

        Encontrarnos con ¡El Greco!

       Sí, sí: copias de un sin número de obras (más de 70) de El Greco. Copias excelentes y en tamaño original.

  ¡Y están en Yecla, expuestas todas juntas!

     Seguro que están orgullosos de tenerlas y de que se propicie el estudio y admiración sobre Doménikos Theotokópoulos, El Greco. Y las visitas al museo. 

      Coincidimos en que está bien este despliegue y es un buen motivo.






     Concluida la visita al Arqueológico, hay que comer.

     En un restaurante donde se han apalabrado las viandas para los comensales, que van a dar buena cuenta de lo que se pone en la mesa. 

    El plato estrella es el gazpacho manchego, al que se llega después de ingerir abundantes provisiones de aperitivo.
No ha estado mal la comida, incluido el café. 



       Aquí nadie piensa en dar una cabezada, aunque el autobús viene a recogernos. El trayecto es breve, y aguarda la guía de la tarde, una yeclana, María Inmaculada, 

   que nos lleva a la plaza del Recuerdo para iniciar desde ahí una amplia y documentada visita de calles y edificios, trufada de anécdotas.                       
 
Por las calles y plazas céntricas.
Edificio singular es el teatro “Concha Segura”. 



  Sorprende que todavía hoy resulte limitado el conocimiento que la comunidad artística tiene acerca del rico y complejo entramado de Yecla.



Continuando ese proceso, Mª Inmaculada nos propone un nuevo testimonio expositivo: allí arriba el castillo —no subiremos hoy, claro queda—, más cercana, la Iglesia Vieja: ¡pobre edificio, mal restaurado y casi decrépito!

         Y al otro lado de la plaza, el oratorio y el monumento al arcabucero, de tanta enjundia en Yecla. 




Lugar singular donde se cruzan los caminos de artistas y creadores.

     En un ambiente de raigambre religiosa yeclana, la Iglesia Vieja es museo de Semana Santa. Es así teóricamente, ya que en su organización no es una plataforma museística.

 Yecla muestra escena viva y atrayente por su diversidad y por la propensión al cambio, proyectos reunidos que deben dialogar, que confluyan entre sí y conecten con el visitante, para avivar espacios de socialización y de debate cultural, generando “paisajes” que apelan a la capacidad de interpretación. 


     Concluimos en la basílica la visita, la Iglesia Nueva.

      Templo referido a la memoria como fuente de inspiración, confrontando épocas, realidades distintas. diferenciándose la imagen “medieval” y la sensación despersonalizada con visiones oníricas y sensaciones del pasado, que producen las cúpulas y que se enfrentan como realidades, en donde destacan los frescos de Muñoz Barberán.

     Y el Cristico, salvado de las llamas de los años 30, y que es de gran devoción yeclana, 






        Concluimos en donde habita la Soledad”, de Salzillo, “escultura-joya”, la percepción y valoración de la obra de arte. Hasta aquí llegó la calidad del escultor emblemático de Murcia y Alicante. 





       Y, ahora, sí, concluido lo cultural de piedra, a lo cultural de sabores. Así que a degustar los suavemente dulces ‘libricos’ yeclanos en una confitería, donde los visitantes apromubánicos adquieren diversos productos.


       Sobre el año 1992, más o menos, hubo un anuncio de Yecla, que se hizo con un artefacto electrónico, en aquel momento avanzado, llamado ‘Croma’ o clave de color, aparato de técnica audiovisual utilizada en publicidad que consiste en extraer uno o varios colores de la imagen y dejar ‘vacía’ esas áreas.
         

        Pues bien, en aquel trabajo publicitario aparecían mujeres y hombres en postura de sentados, en una supuesta mecedora y sofá, muebles que no se veían. Otros actores acostados en una cama aparentemente inexistente. Parecía que estaban mágicamente suspendidos “en el aire”.

Y la frase promocional era:

Si quieres ver muebles, ven a Yecla

He tomado prestada aquella situación y me atrevo a escribir:

Si buscas historia y arte, sin extravío, gratifícate en Yecla

1 comentario:

  1. Interesantísimo a tope este paseo que damos junto a ti por la ciudad y sus alrededores. Ratifica, una vez más, lo que ya sabemos: la diversidad y riqueza que ofrece nuestra comunidad, tan desconocida a veces, incluso, para sus propios habitantes; y ya para qué hablar de los turistas... Por si había alguna duda, la has disipado: Yecla merece un viaje, o varios. Tu texto consigue, como siempre, despertar las ganas de ir a visitarla personalmente. Además lo aliñas, como sueles hacer, con alusiones literarias e incluso publicitarias, que lo enriquecen e ilustran más si cabe.
    También como siempre, gracias.

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