jueves, 17 de diciembre de 2015

DESTELLOS DE LUZ PARA LOS AÑOS OSCUROS DE LA NAVIDAD MURCIANA


1890-1936

   En el salón de actos del MUBAM, más que una conferencia sobre Aquellas Navidades en la Murcia que se nos fue”, ha sido una animada conversación, a tres bandas: la del periodista y conocedor de las costumbres de Murcia, Alberto Castillo; la de su introductor, el profesor Delgado Martínez y la de los asistentes preguntones.

La presentación, por el presidente de APROMUBAM, Santiago Delgado, ha sido acertada, ya era por sí misma un impulso al momento entrañable; y ha sabido proponer que, en vez de una introducción de rigor formalista, sea una invitación al diálogo, (¡ah, la dialéctica!), con arte en la pregunta a la búsqueda de la respuesta que llegue al auditorio. Se acerca mejor, pues se entabla un ambiente de amistad, en familia.

Con lo cual, el periodista de la Cadena Ser, conferenciante, Alberto Castillo,  se ha sentido hasta tal punto cómodo que, sin extraviarse, ha desgranado la historia y anécdotas en una parte –pequeña- de la Murcia que lleva dentro, vivida y acumulada de muchos años, -¡es que empezó muy joven!-, que se mantiene viva en la memoria.

Orientado por la habilidad marinera santiaguina, se ha calificado a Alberto de poliédrico: periodista, cofrade (Semana Santa), aficionado y entendido taurino, y de inclinación futbolera murcianista. Además de, obviamente, inquieto por las costumbres de la huerta y las gentes de Murcia.

(Eso ha supuesto disfrutar y sonreír con la actualización de la celebración navideña en ese momento histórico. Me ha gustado. Por eso quiero compartirlo. Y aquí lo tienes).

En un breve apunte autobiográfico y profesional, Alberto Castillo sitúa su inicio –“bautismo de fuego”- periodístico en 1980, con un tremendo suceso: el estallido de un depósito de gas que siembra de muerte y desolación una escuela, en Ortuella, (Vizcaya).
Después, el golpe de estado del 23 –F en 1981. Sus ciclópeos puntos de arranque, es que el periodismo es así.
Pero como él mismo dice, no ha venido a hablar de sí mismo, sino de las Navidades murcianas entre 1.890 y 1.936, que contuvieron tradiciones, muchas ya perdidas a raíz del frenazo de la Guerra Civil, y que ya no se recuperaron. Pero algunas  aún tienen latido, y las recogemos aquí, en lo que hemos podido apuntar.  


Los motivos navideños murcianos de referencia empiezan señalados por una epidemia de cólera y la Guerra de Cuba, lo que supuso un descenso de población y un parón en el crecimiento regional, por la mortandad alarmante y por el regreso de los soldados, derrotados y lisiados.
Este es el panorama que hay al inicio del siglo XX hasta 1936, un ambiente convulso, de escasez y bastante abatido.

Con estos mimbres, ¿qué cesto navideño puede hacerse?

     En una situación de pobreza extendida, la Navidad se limita al ámbito familiar. No había luz eléctrica, sin noticias de más allá de las aldeas y pueblos, las celebraciones marcadas por la moral religiosa de la oscura época. Es el caldo de cultivo –luego, pasados los años, será el “caldo con pelotas”-, donde era un comportamiento intuitivo y de supervivencia arrastrado por el destino.


La Navidad empezaba el 8 de diciembre, La Purísima, con los vértices marcados de:

 1.- · La matanza del cerdo (lo que era una fiesta)

      


2.- · El deshollino (limpieza profunda y encalado) de la barraca y los muebles. 









Hay otras alegorías que pertenecen al momento y reconstruyen la memoria: La decoración navideña se hacía con ramas de pino y de limonero, único elemento escenográfico.


No había llegado aún –y tardará- el árbol de Navidad.
Tampoco el belén, que comenzará con el nacimiento y se extiende en la segunda mitad del siglo XX.




3.- · Las misas de gozo, precedidas por los cantos de la “Despierta” de las campanas de Auroros y las Hermandades de Ánimas, comenzaban a las 5:30 de la mañana/madrugada. En el ‘tiempo de espera” (del nacimiento), las misas eran diarias.

Las iglesias y ermitas son también lugares de relación social: no había otros sitios; y allí confluían la gente de los cantos y las muchachas antes de ir a trabajar a las fábricas.

4.- · El “Aguilando murciano (‘aguinaldo’), canto coral de cuadrillas y rondallas, música popular navideña. (si quieres escucharlo, `pincha’ en: https://www.youtube.com/watch?v=yq7VXMk5yVk)


         5.- · Los dulces de Navidad: tortas, mantecados, rollos y cordiales. No había más. (Lo del turrón no era de la Navidad, sino de la fiesta del pueblo).

La Nochebuena, en la Huerta, era de vigilia: ayuno y abstinencia. Poca celebración navideña: algo de pescado en la ciudad, verdura en la huerta.
Eso sí: había que asistir a 3 misas en el mismo día: la de vísperas, al filo de las 12 de la noche; la de gozo, en la madrugada, a las cinco y media. Y cerraba el tríptico la del Gallo, a las diez de la noche.




La morera, árbol simbólico-mágico de Murcia.


Largo día de ir y venir. Y para combatir el frío y la humedad, el “nochebueno”: leño grande que dure todo el día y toda la noche; generalmente era la ‘cruz’ de una morera: tronco y brazos. 


La cena de Nochebuena no iba más allá, a la espera de la misa de gallo, de castañas, bellotas y nueces, frutos secos acompañados por las bebidas alcohólicas (mistela, coñá y aguardiente).
Al regreso de misa, pasadas las doce, ya no era vigilia, se volvía con hambre, por lo que tocaba el ‘resopón’: hacer a la brasa la carne de pavo.

El día siguiente, el de Navidad no tenía más celebración.

El festivo siguiente era el Día de Inocentes.
Diversas celebraciones lúdicas, como la del “secuestro” de alguien importante (como lo era el marqués de Espinardo), que tenía que pagar su propio rescate para sufragar la celebración del día a los asistentes.

También el “Baile de Pujas”, que se celebraba en la puerta de las iglesias, para conseguir bailar –o impedir que bailara- con una mujer que mereciera la pena el desembolso y el cotilleo.
Cuando el cura indicaba que anochecía, “se está poniendo oscuro, era la señal para terminar.

31 de diciembre, último día del año.
(Lo de las uvas es relativamente reciente; pero no en esa época y período de que hablamos).
La celebración del 31 de diciembre era la de “Echar los años”, que necesitaba de lo siguiente:

· Un “Magnate” –llamado así no precisamente por su dinero, sino por sus habilidad graciosa y ocurrencias picantonas –para la época-, que Habría de ser tan chispeante y ocurrente que dejara a todos anonadados.

· 3 bolsas de tela, donde se introducían escritos en papel:

- Los nombres de mujeres solteras y viudas asistentes.

- Los nombres de hombres solteros y viudos presentes,

- Los adagios, chascarrillos, con cierto matiz ambiguo sexual y burlón, graciosos. (Como, por ejemplo:

“El Pepe… ¡que se me ha muerto!
lloraba Paquita, la hija de María,
porque el Pepe, todo puesto,
se llevaba entre las piernas
aquello que ella más quería”.

(No pienses mal… que el Pepe era aficionado a la guitarra y, para acomodarla en la caja, se la pusieron entre las piernas…)
En otros momentos, se cambiaba el nombre:

“¡Adiós, Raimundo,
que te llevas entre las piernas
lo que a mí me daba gusto!”

· Se finalizaba con el Monólogo del “magnate”, humorista: donde hacía un repaso gracioso de hechos, sucesos y personas del entorno; una especie de balance ingenioso y socarrón del último año. Lo que suponía, a la vez, una crítica y un momento jovial.
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Y ahí se acababan las fiestas. No había celebración por Reyes Magos.


Y aquí lo dejamos, con bastantes apuntes sin recoger y que han sido dichas, envuelto todo entre encendidos aplausos agradecidos, en la esperanza de que, seguro, que el año que viene, Alberto Castillo aportará más piezas de su patrimonio murciano. 


 (Pongo aquí, las “Coplas Murcianas”, del maestro Manuel Massotti, que se ha cumplido su centenario. A mí me gustan. ‘Pincha’ para escuchar:

1 comentario:

  1. Sorprendente lo que nos cuentas. Austeridad casi absoluta en comidas, adornos y celebraciones. ¡Ramas de pino y limonero...! ¡ Frutos secos hasta la Misa del Gallo...! Pero también, sin duda, espíritu navideño y convivencia con el vecindario. Por cierto, creo que lo de desear feliz navidad también es reciente. Antes, que yo recuerde, lo que se decía era: ¡Felices Pascuas! De cualquier forma, como siempre, tu crónica ha sido casi como si estuviéramos entre el público. Todo un "reportero" de lujo, sí señor.

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