Hablamos de YECLA. Y de un encuentro cultural en el
Altiplano de Murcia.
Donde hay mucho que ver y, por supuesto, que contar.
La Asociación de Protectores
del Museo de Bellas Artes, de Murcia (APROMUBAM)
se echa al camino y, en esta ocasión, viaja hasta Yecla.
Y, como ocurre en la memoria de cualquier relato viajero, a
la pregunta de “¿por dónde empezamos?”, pues hay que responder —solo
sugerir, inducir— “¡por el principio!”.
(Esta hilvanada descripción puede llegar a ser incluida en
la memoria anual de la Asociación cultural).

[Aunque agrada el nombre de “Arabí”,
sin tener relación, solo coincidencia con los ecos cultos y místicos de Ben
Arabí, el místico sufí y filósofo murciano del siglo XII].
A lo que íbamos.
Dejamos el autobús aparcado y, por un camino—senda forestal,
nos dirigimos al conjunto histórico artístico. A lo que se puede acceder,
claro. Que, ahora mismo hay mucho protegido, por estudio y en evitación de
vandalismo incomprensible, pero cierto, no se puede visitar.
El Monte Arabí es la montaña mágica de Yecla, como se sabe.
Bien se encarga de repetirnos la rubia responsable de la cultural excursión,
por si en última instancia queremos formular un deseo… o dos.
El guía de esta mañana nos recibe, acoge y orienta. Es un
hombre joven muy bien informado, que habla rápido y con profusión de datos
explicativos, también salpicados de anécdotas, tanto del lugar como de su
contenido: las pinturas rupestres.
Solo hemos podido visitar los dos cantos de visera; el segundo en estado de conservación
sensiblemente mejor que el primero.
Las pinturas rupestres se ven bien.
se
acaba descubriendo los trazos, a la vez que explica las claves y significados.
Estamos a 18 Km. del casco urbano de Yecla. Vamos en
autobús, circunvalando, porque este tipo de vehículos no pueden entrar en el
centro.
Entramos, y, al poco, abruma la iluminación de las piezas:
es tan fuerte y de luminosidad blanca que distorsiona la obtención de fotos que
sean captadas desde el teléfono móvil: no hacen justicia a la belleza de los objetos artísticos que conserva este museo.
Unas originales, otras copias bien hechas.
La distinción queda para los entendidos, (que en este grupo
son muchos).

¡Gran pieza en este museo de Yecla!
La escucha
es atenta, casi de veneración. Bella escultura.
Indicaciones
y comentarios del paraje cercano donde fue encontrada y… la certeza de que
puede haber más piezas.
Se hace presente, también, la novela “Memorias de Adriano”,
de la francesa Marguerite Yourcenar, que tuvo gran éxito de público en los años
82/83, del siglo pasado, por la bondad de la obra y porque se difundió que era
libro de cabecera del, en aquel entonces, presidente del gobierno de España.
Relato de la vida y
muerte del emperador Adriano.
En él, el emperador medita y reflexiona acerca de sus años de
reinado, de sus triunfos militares, del amor, de la amistad, de la poesía, de
la música, del arte, de los viajes, de la paz, de la pasión…
«cuando los dioses ya no
existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón
a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre».
Ver y admirar escultura dentro de la escultura para
involucrar al espectador en la obra. Y aquí lo tenemos, Adriano en Yecla.
Se establece un diálogo entre el visitante y el busto de
Adriano.

Entre los visitantes se siente interés por la historia y por
la conocida atracción que los romanos del imperio tenían por la Antigüedad.
Visitamos otras salas.
El clima seco permite la milagrosa conservación de algo tan
frágil como las teselas. Como este, preservado en buen estado (y algunas piezas
dañadas, lamentable).
Mosaico y relieve configuran una estética en extremo vibrante.
Llegamos a las bodegas.
O lo que fueren.
Causan cierta impresión.
Y, ¡ah! otra sorpresa.
Recomiendan subir a la parte alta: lo que el museo ‘esconde’.
Encontrarnos con ¡El Greco!
Sí, sí: copias de un sin número de obras (más de 70) de El
Greco. Copias excelentes y en tamaño original.
Seguro que están orgullosos de tenerlas y de que se propicie
el estudio y admiración sobre Doménikos Theotokópoulos, El Greco. Y las visitas
al museo.
Coincidimos en que está bien este despliegue y es un buen
motivo.
Concluida la visita al Arqueológico, hay que comer.
En un restaurante donde se han apalabrado las viandas para
los comensales, que van a dar buena cuenta de lo que se pone en la mesa.

No ha estado mal la comida, incluido el café.
Aquí nadie piensa en dar una cabezada, aunque el autobús
viene a recogernos. El trayecto es breve, y aguarda la guía de la tarde, una
yeclana, María Inmaculada,
que nos lleva a la plaza del Recuerdo para iniciar desde ahí
una amplia y documentada visita de calles y edificios, trufada de anécdotas.
Por las calles y plazas céntricas.
Edificio singular es el teatro “Concha Segura”.
Continuando ese proceso, Mª Inmaculada nos propone un nuevo
testimonio expositivo: allí arriba el castillo —no subiremos hoy, claro
queda—, más cercana, la Iglesia Vieja: ¡pobre edificio, mal restaurado y casi
decrépito!
Y al otro lado de la plaza, el oratorio y el monumento al
arcabucero, de tanta enjundia en Yecla.
Lugar singular donde se cruzan los caminos de artistas y creadores.
En un ambiente de raigambre religiosa yeclana, la Iglesia
Vieja es museo de Semana Santa. Es así teóricamente, ya que en su organización no
es una plataforma museística.
Yecla muestra escena
viva y atrayente por su diversidad y por la propensión al cambio, proyectos
reunidos que deben dialogar, que confluyan entre sí y conecten con el visitante,
para avivar espacios de socialización y de debate cultural, generando
“paisajes” que apelan a la capacidad de interpretación.
Concluimos en la basílica la
visita, la Iglesia Nueva.
Templo referido a
la memoria como fuente de inspiración, confrontando épocas, realidades distintas.
diferenciándose la imagen “medieval” y la sensación despersonalizada con
visiones oníricas y sensaciones del pasado, que producen las cúpulas y que se
enfrentan como realidades, en donde destacan los frescos de Muñoz Barberán.
Concluimos en donde habita la “Soledad”, de Salzillo, “escultura-joya”, la percepción y valoración
de la obra de arte. Hasta aquí llegó la calidad del escultor emblemático de
Murcia y Alicante.
Y, ahora, sí, concluido lo cultural de piedra, a lo cultural
de sabores. Así que a degustar los suavemente dulces ‘libricos’ yeclanos en una
confitería, donde los visitantes apromubánicos adquieren diversos productos.
Sobre el año 1992, más o menos, hubo un anuncio de Yecla, que
se hizo con un artefacto electrónico, en aquel momento avanzado, llamado ‘Croma’ o clave de
color, aparato de técnica audiovisual utilizada en publicidad que consiste en
extraer uno o varios colores de la imagen y dejar ‘vacía’ esas áreas.
Pues bien, en aquel trabajo publicitario aparecían mujeres y
hombres en postura de sentados, en una supuesta mecedora y sofá, muebles que no
se veían. Otros actores acostados en una cama aparentemente inexistente.
Parecía que estaban mágicamente suspendidos “en el aire”.
Y la frase promocional
era:
“Si quieres ver muebles, ven a Yecla”
He tomado prestada aquella situación y me atrevo a escribir:
“Si buscas historia y arte, sin extravío, gratifícate en
Yecla”
Interesantísimo a tope este paseo que damos junto a ti por la ciudad y sus alrededores. Ratifica, una vez más, lo que ya sabemos: la diversidad y riqueza que ofrece nuestra comunidad, tan desconocida a veces, incluso, para sus propios habitantes; y ya para qué hablar de los turistas... Por si había alguna duda, la has disipado: Yecla merece un viaje, o varios. Tu texto consigue, como siempre, despertar las ganas de ir a visitarla personalmente. Además lo aliñas, como sueles hacer, con alusiones literarias e incluso publicitarias, que lo enriquecen e ilustran más si cabe.
ResponderEliminarTambién como siempre, gracias.