miércoles, 5 de julio de 2017

Lectura dramatizada. Cincuentenario de la pérdida de José Martínez Ruiz, “Azorín”. Obra teatral: Trilogía de “Lo Invisible”


      Leer y hablar de la obra es lo apropiado. (“El teatro también se lee”). Así sigue entre nosotros el autor, en su obra: la memoria recupera su creación literaria.

     Un universo desconocido se abre ante el lector y el espectador, simultáneamente: eso es la “Lectura dramatizada”. Y se manifestó, se hizo visible y sólida.

     Han pasado los años desde que, en 1927, se estrenó la trilogía de “Lo Invisible”, de “Azorín”. Por compañías de actores profesionales y aficionados, se ha representado, después, muchas veces y en distintos teatros y ciudades. Noventa años después se ha reestrenado en Murcia donde, a lo largo de los años, se ha representado varias veces. Campus universitario de La Merced, en su aula de teatro “Concha Lavella”. 

       A cualquiera de nosotros le puede pasar en la vida aquello que sucede en el escenario, cuando se recorre el laberinto de caminos que se separan, para reunirse después. Esta obra, incluida en el ciclo “Escenas de cuyo nombre no quiero acordarme”, del proyecto y programa Deletreartes, (que, entre otras, fija la actividad teatral los últimos jueves y viernes de mes), “Lo Invisible” ha sido una intensa y compleja experiencia.


El atractivo supremo del Teatro es aquello que es posible, que se convierte en realidad y transportarnos a una dimensión nueva. Un pensamiento, hablado o mimetizado, se encadena y desemboca en otro, viajando al interior del personaje. Nos aleja de todo lo familiar y, a su vez, nos ofrece seguridad. 





                  Los protagonistas de la obra “Lo Invisible” se sienten empujados por la esperanza de que pueda existir otra vida, en otro lugar, y por la posibilidad de poder empezar de nuevo y volver a creer en algo.

     El escenario contiene en el centro una traslúcida tela blanca iluminada tenuemente desde el interior. Al lado izquierdo, una luz proyectada simula la entrada de un túnel, y a la derecha una puerta, la de la realidad. 

     Con este diseño de línea angular, se insinúa la “expresión del tránsito”, señal absolutamente inestable, en la que se está y no se está a la vez, el punto de no retorno a partir del cual nada puede volver a ser visto con los mismos ojos.
    15 personajes transitan por escenario y todos son imprescindibles para transmitir las impresiones y los indicadores.

   Debido a lo limitado de actores masculinos, ha habido que recurrir a que mujeres interpreten papeles de hombre: la “Autora teatral” sustituyó al autor, “El Traspunte” del teatro que, en su vitalidad, no tiene miedo a la muerte—. Elayudante del Dr. Death” se convirtió en “la Ayudante”. Y el viejecito, transmutado en “Viejecita”. La “Hermana de la Caridad”, sí era ‘hermana’, en femenino.
      Roles cortos en frases-texto pero necesarios, indispensables para la escena, como la “Actriz” en el Prólogo y como el “Mendigo” del acto “La arañita en el espejo”, como “Pedro” en ‘El Segador’, personaje a merced de su mujer y la complicidad.  




      Los ocho roles fueron interpretados fenomenalmente, y son dignos de mención.
También en “La arañita…” se muestran bien compensados “Lucía” y “Don Pablo”, en equilibrio con la protagonista. (“Don Pablo” se fija en unos ojos que nunca engañan y se enfrenta a la culpa).

     Diez lecto-intérpretes entregados a la lectura dramatizada como se entregan a la vida y traspasan felizmente más allá de la afición, alcance verdaderamente emocionante. Hicieron que la obra se sustentara y ayudaron a descubrir unas intimidades trascendentes. Las protagonistas pueden elegir cómo quieren que sea el mundo. Eso se queda ahí, dentro de cada cual: el mundo está en el interior. Y en lo consciente de esa trascendencia late la esperanza de volverles a reunir en otra obra.
     La escritura de “Azorín” es finamente revulsiva. No alivia sino que altera. Y sitúa en la incomodidad que produce lo frágil de la realidad y que hay un mundo interior al cual difícilmente podemos acceder y no hay lugar donde resguardarse de la monotonía, de la nada.
       La lectura nos zarandea y nos lleva desde el sentido más profundo de las cosas a la inquietud, donde la nada es un elemento esencial porque habita en los límites, en aquel lugar común del tránsito que las personas intentamos inútilmente evitar, con la tendencia a evadirnos en un espacio nuevo, un lugar fantástico con un escenario verosímil, en la ilusión de acceder a la dimensión desconocida. Pero nada vuelve a ser igual que antes.




       
Cinco personajes femeninos sustentan cada acto escénico.

      
      Como varillas de abanico: se necesitan todas unidas para mover el aire.


      Ideas universales de la cotidianidad, presencia reflexiva.




Tres ejes protagonistas que comparten, en distintas situaciones, la proximidad de la muerte, aceptación. Meditación sobre las relaciones complejas entre personajes, palabra y escena.    La obra dibuja el recorrido de un aprendizaje único, que solo se experimenta una vez.



La SEÑORA,
alegoría de la muerte, personaje ideal y surrealista en presente continuo. 

       LEONOR
LA ENFERMA                                      MARÍA

InmensidadEternidadInfinito


TERESA Personaje terrenal, sin escrúpulos    

    para conseguir sus fines, usa el miedo a la muerte.


            El autor coloca una arañita en un espejo, paralela a los significados en los otros actos, enfocada desde tres ángulos: Leonor, María y la Enferma. Deslumbran por su potencia. Incluso en la frontera que separa euforia y desencanto.



         LEONOR declina. Desgastada por la ausencia del esposo y la enfermedad, se encamina hacia la comprensión y se apaga en una muerte lenta.
         MARÍA defiende su maternidad y su posición, formada por horas de silencio. Es valiente y pasa del dominio racional a pedir ayuda en lo esotérico.
        La ENFERMA es un ser que resiste las sentencias médicas y que, finalmente acepta el exitus.
               Tres personajes maltratados, desconfiados y anhelantes.

               Y, en conjunto, cinco formas de monólogo que son inmersión en la mente del ser humano con pluralidad de significados. Sensación de circularidad. Estímulo para quebrar la inercia de la costumbre, y también como broche de un definitivo  y largo adiós.

     
Todo esto lo enhebra muy bien la SEÑORA, mujer fascinante en alegoría de lenguaje universal, personaje encarnado con sensibilidad arisca desde su incuestionable posición de poder. Y la sutileza del engaño acompañado del chantaje emocional que contra MARÍA despliega TERESA (la risa que se dispara ante la muerte como desahogo).

       El tenue humor es el único que le da una dimensión real; para que no sea una tragedia. Se pasa también por la ternura, por la luz...

           Esta obra es un recorrido emocional que se vive, y que nos une al resto de los seres humanos. Es algo muy particular pero tremendamente universal: todos pasamos por ese suceso.
     La emoción se abre paso por entre las frases. Los actores y actrices tienen dudas a la hora de mostrar su personaje, pues hay que llegar hasta recovecos profundos. Seres humano en el momento de la adversidad final.
 
       Han vivido el proceso descubriéndolo todo. Estos roles exigen mucha complicidad, al hablarse de algo tan dedicado, sensación de «trance»... Es absolutamente importante la relación humana del equipo, y la ha habido.



     Una extraordinaria experiencia.

     Que debe prolongarse.



     Hay que acudir al Teatro, ver a los personajes en relieve y en directo, jugar a que se crean que son otro y lo son o no. No se dejen desnaturalizar por el espejismo de la televisión: una cosa es ser actor y otra ser famoso.

Larga vida al Teatro

1 comentario:

  1. Concluye ese ciclo de teatro del que tan cumplida cuenta nos has venido dando, Juan. Lo, peor, si me permites la crítica, el nombre. Ese "Escenas de cuyo nombre no quiero acordarme" , esa construcción está ya tan, tan manida, la han desvirtuado tanto por usarla tántas veces, y casi siempre gente que no ha leído el Quijote en su vida. En fin ( suspiro hondo), si alguien lo escogió y lo demás lo aceptaron, pues bien está.

    Por contraposición, lo mejor, tú: tú como director, y tú en cada una de esas mujeres - y esos pocos hombres - a los que has guiado con tan diestra disposición, y cuyos resultados se han apreciado en los diversos estrenos. Mi enhorabuena a todos por ese recorrido conjunto y compartido sobre las tablas de un escenario. Un lugar, me consta, en el que siempre te has sentido en tu hogar.

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