Diálogos
bajo una tempestad de
resonancias
En escenarios tecnológicos, un documentado rumor
pasa de la eventualidad a estable creencia.
Arden las REDES ‘sociales’
Comienza el fuego
-
¿Sabes lo de la
venta de la Escuela de Arte Dramático?
-
¡Qué me dices…!
-
Lo que oyes: La
Consejería de Hacienda de la Región de Murcia pone en venta el antiguo
seminario, edificio histórico, hoy ESAD y Conservatorio de Danza.
Esta puede ser,
escuetamente, una de las muchas conversaciones que hubo en la tarde del 18 de
mayo.
(Y es sólo un
ejemplo de lo que sucede por otras noticias y motivos).
En las redes sociales (whatsapp, Facebook y twitter…) el efecto multiplicador es instantáneo. Lo
recibo varias veces en el teléfono, también en los otros foros. Y todos piden:
-
“¡Difundid esta noticia.
Estamos a tiempo de paralizarlo si saben que lo sabemos. ¡Que sea vox populi:
sus votos están en juego!”.
La peculiar oportunidad
política es evidente: hay elecciones el domingo.
También ayuda la
coloración económica:
“…por una oferta ridícula de 2 millones de euros”.
(Sí, es muy poco
para el enorme caserón, su historia y su situación céntrica).
-
¿Quién está interesado en
la compra?
-
Como es edificio de
larga propiedad y tradición en la Iglesia Católica… querrá recuperarlo.
-
¿Con qué destino?
-
No te despistes: la UCAM
(Universidad católica) tiene proyectos, ambiciones, largos tentáculos y poderío
económico.
Proceso de intereses y fines.
Un rompecabezas fácil.
El segundo paso es que, quienes envían y
reenvían, confían en el origen y refuerzan el crédito de la noticia.
- ¿Por qué? –pregunta alguien que quiere saber.
- Pues porque ya ha habido otras veces clamorosos tratos de favor
del poder político a la Iglesia Católica y sus asociados.
- Entra en lo posible, pero no
está claro. ¿Cómo se sabe de la certeza o la falsedad?
- Lo repetido hace costumbre. La memoria impone su criterio. Y creo que es así.
Con tintes diversos las respuestas y
comentarios crecen y se añaden. También lo que corrobore o desmienta la noticia.
Pero la certeza es más fuerte que la duda.
¿Cómo acercarse a esto? Lo intentamos con
un diálogo.
- Abuelo, no me haces caso, - solicita atención
Anaïs-.
- Es que tu abuelo está preocupado por un edificio grande
que venden, Anaïs, -participa
la amiga Paula, en la conversación.
- Yo no entiendo nada, parece cosa de mayores, - advierte Anaïs.
- Es que no sé cómo explicároslo, niñas.
- En cuanto que lo dejes, podremos seguir con los dibujos
y los cuentos, que eso sí me gusta y lo entiendo.
- Pero esto también hay que saberlo, Anaïs.
- Pues dilo pronto, Antonio;
-apunta Paula-, que podamos escribir y pintar; que no nos haces caso.
- Quiero hacerme entender. Me preocupa que lo que es propiedad
pública, que es de todos, se venda. Y si se vende, no es bueno para la gente,
que ya lo pierde. Esto es como un juego, chicas: unos dicen una cosa, que sí; y
otros entienden otra. Y se enfadan.
- A ver, abuelo, a que va resultar que es como lo que
jugamos en corro en el colegio.
- No sé… Dime cómo es.
- Pero nosotras no nos enfadamos. Mira: nos sentamos en
corro, y una hace de “madre”.
- ¿De ‘madre’…?-se
sorprende el abuelo.
- Que sí, Antonio, no es que sea la madre de nadie, sino
la que empieza el juego.
- ¡Ah!, ya. A ver,
sigue.
- Pues la “madre” dice unas palabras al oído de quien
tiene al lado izquierdo. Y este tiene que decirlo también al oído del
siguiente. Y, así, hasta pasar por todos y vuelve otra vez a la “madre”.
- ¿Y qué tiene eso que ver con lo que estoy diciendo?
- ¡Ay, abuelo, que tú no has jugado!
- Venga, dime.
- Pues que las palabras que vuelven a la “madre” no tienen que ver con las que ella dijo al
principio.
- A ver… que no me entero.
- Mira, te lo digo. Yo soy la “madre”, ¿eh? Y le digo a
la de al lado, al oído, ‘He visto un escarabajo rojo en un árbol del patio’. Y la segunda continúa diciendo a la
tercera lo mismo. Pero alguien mete cambios. Y así, hasta que vuelve a mí.
- ¿Y…?
- Cuando llega a mí está así: “Un escarabajo verde
mordió a Paula en la huerta”.
- ¡Hala…! Pero eso no tiene que ver nada con lo que…
- ¡Abuelo, que no te enteras! El juego es así. Hay algo
que sigue, ‘escarabajo’, con color cambiado y un nombre y cosas añadidos, -dice Anaïs.
- Todos nos
reímos, porque nos gusta que el juego sea de sorpresa, - informa Paula-. Si las palabras fueran las mismas, al dar
la vuelta, sería muy aburrido.
- Pues parecido a lo que yo quería explicarte. Aunque vosotras
lo habéis dicho mejor.
- Y eso tuyo del edificio grande, abuelo, ¿dónde dices
que…?
- En internet, con los móviles…
- Me parece, Anaïs, que los mayores son como niños… pero
en raro.
Los niños pueden entenderlo en clave de juego.
La propaganda que enmaraña a través de las
redes sociales no lo es. De hecho se llega a afirmar que arden las
redes. Y que allí se puede decir cualquier cosa, hasta el
insulto como argumento.
Una importante cuestión es cómo se
distingue ‘propaganda’
(intención interesada y rimbombante, por quien la difunde), de la ‘información’ (una noticia contrastada y probada
antes de publicarse).
- La propaganda te la crees o no.
- Como todo.
- ¿Qué quieres decir?
- Que la mayor parte de
nuestros conocimientos son credenciales.
- Y eso…
- Que casi todo lo que decimos saber no lo hemos visto ni
experimentado. Simplemente lo aceptamos, nos lo creemos.
- ¿Me estás diciendo que lo que hemos estudiado no es verdad?
- No, no hablo de ‘verdad’. Digo que, por ejemplo, los hechos
de la historia no los hemos vivido, y nos los creemos. Los lugares de que habla
la Geografía no los hemos visto, y aceptamos su existencia. Las pastillas para
combatir enfermedades no las hacemos nosotros. La leche que venden en las
tiendas la compramos por la etiqueta, y no la hemos visto envasar,…
- Vale, vale… no lo vayas a decir todo. Pero quienes lo ha
puesto en los libros sí son personas serias y que saben lo que escriben.
- Sí, claro. Y, entonces, ¿cómo distinguir una información de
otra?
- Como estamos acostumbrados a creer, cuando alguien con
cierta influencia dice algo, también lo aceptamos.
- O esperamos que alguien con más influencia diga otra cosa.
- Pero ahí entran en juego intereses claros o poco confesables.
- Más claro: cómo juegan con nosotros como si fuéramos
espectadores en un partido de tenis. Y
nos implicamos en el juego.
· Creencias, tópicos, hábitos
inducidos.
“…habría una oferta de la UCAM
para hacerse con los dos inmuebles por un valor de dos millones de euros,
mientras que la Consejería de Economía y Hacienda los habría tasado en cinco
millones".
Las negociaciones se habrían estancado al
no haber acuerdo entre las partes por el precio de venta.
El referente, la subjetividad; según de
quien provenga, despierta inclinación al crédito o a negárselo.
Te lo crees o no. Es socorrido acudir al
tópico: “Cuando el río suena…”, que ya en sí expresa, en la duda,
tendencia a creérselo. Memoria y
costumbre inclinan al crédito. Y se ha
producido un importante rechazo a la posible venta a la UCAM del histórico
edificio
En la dialéctica política, tan
desprestigiada, es creíble una denuncia así. Y no lo es lo escrito en un
programa electoral: es más importante que sea posible, creíble, al margen de
que sea verdadero. Sólo somos espectadores. Y también votantes.
El rumor interesado se mueve en la
acción/reacción. Se difunde, se rectifica y nueva emisión, en un movimiento
circular:
·
“…desde el PP se escudan en que la tasación ha sido tan
solo a título de inventario”.
Por la actuación de determinados medios de
comunicación, ha arraigado la costumbre de creer lo espectacular, incluso lo
exagerado, aunque sólo sea una opinión, un exabrupto o un grito. Está extendida
la práctica de que todas las opiniones son iguales y valen lo mismo, salvo que
se grite más.
Una muestra de diálogo en la red:
- Esto es un posible bulo para ser desmentido por autoridad
competente.
- ¡Menos mal! Sería horrible si fuera verdad.
- Bueno. Ese tuit es totalmente cierto. Negociación no hay.
Estaba todo presuntamente pactado. ¿Ha habido marcha atrás?
- Todo es política, y sobre todo en tiempos de elecciones.
- Esto se sabe desde hace tiempo. Es lo que quieren. Si acaban
con nuestros símbolos nos quitan la identidad. Comparto.
Propongo la conveniencia de que se tome con
cierto humor.
Cuentan que, hace ya muchos años, en un
pueblo había un hombre que, tras enterarse, acogía los sucesos y, en su eco,
magnificaba los hechos y se transformaban. Con lo cual, se convertía así en el
único difusor e intérprete creíble de noticias y rumores. Nadie se atrevía a
contradecirle ni aún habiendo estado en el lugar de los hechos.
Unos jóvenes, hastiados del monopolio
informativo creíble, urdieron una broma para desenmascarar al comentarista y oficioso
experto. Un día caminaron juntos hasta la céntrica vivienda del revelador de
noticias y sus misterios. Le divisaron en la puerta. Se fueron acercando, con aceptable
actitud dramática, hablando en voz alta y clara.
- Te digo yo que han sido cuatro, - lanza uno de
los mozos.
- ¡Eran tres! –grita otro-. ¿Vas a saber tú más que la Guardia Civil?
- Pues aún no los han pillado, - interviene un
tercero.
- Y el destrozo que han hecho,… -mete baza el
primero.
Llegados a
donde se encontraba el habitual entrometido corresponsal, quien miraba
con expectante atención a la vez que incómodo, por no haber sido el difusor, los
mozos pasaron sin mirarle, en sus expresiones enigmáticas y gestos de
consternación bien fingida.
Viendo que se le escapaba enterarse de tan descomunal
e indescifrable suceso, se dirigió a ellos y les detuvo en su caminar:
- ¿Qué ha pasado?
¿Qué es lo que han robado que ha tenido que intervenir la Guardia Civil?
Los tres mozos se miraron entre sí y, en un
acuerdo para contener la risa, uno de ellos notificó:
- ¡Que
han robado tres aljibes y dos huecos de olivera!
La expresión del rostro y
el desequilibrio en el cuerpo del cronista desatinado, quien aguanta la provocación
y reprime el choque, y la explosión de risas las dejo a la imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario