jueves, 21 de abril de 2016

“CAMAFEOS” EN PUENTE TOCINOS, MEMORABLE COYUNTURA

         

       ¿Por qué caminamos senderos y espacios culturales?
  
Es la cultura del libro, experiencia y placer.
     
             Entonar textos en la propuesta de transmitir mensajes e ideas ante público heterogéneo, es un juego de fuego que no quema, y estimula la sensibilidad de quienes asisten, investidos en la vocación de lo que las palabras contienen.
    Unas veces, el empeño es creer que lo que se hace es fundamental y, otras, nos sentimos minúsculos, a la vez, cerca y lejos, por si no se alcanza a los corazones.
   Ideas, formas, lenguaje, contenidos, distancias... Esta ocupación y labor consiste en repensar todo esto como aprendices.
   
   “Camafeos” es libro que se presta a la lectura en público. Aun en la cadencia y continuidad de la técnica de presentación, cada vez se renueva el texto, que se adapta a las circunstancias de la sala y de público donde se expone, del orden de intervención en la lectura y los personajes-camafeos que finalmente impregnen el aire. 
     Como el río Duero del romance escrito por Gerardo Diego, el libro “Camafeos” es el mismo pero el agua riega tierras distintas.
      Sirve como metáfora y como acto. Porque, seguro y fuerte, late en la pugna por el pan de la palabra escrita y el anhelo de ser escuchada en el amparo de un escenario vivo y cultivado.

     La presencia del narrador, Santiago Delgado, propicia que crezca la verosimilitud de los textos irradiados desde el libro, tanto en la mente de quienes pueblan la sala como en los que ofician la ceremonia de voz modulada y gesto cercano. Es acertado que el autor irrumpa en su contenido y ordene el concreto universo literario desde los textos, sin espejismo.

    Correspondía ir a Puente Tocinos, en un complejo de edificios socioculturales: Club social, Biblioteca y centro de mayores, ubicados y colindantes en la plaza de América y calle Miguel Hernández. Un espacio para la cultura, la palabra y la convivencia.
  
      Comienzo puntual en el horario, con la guía y referencia del atril, se procura que la calidez viva de las palabras, fermente, se agite y, desde el escenario, se extienda al ámbito del salón.

     El grupo de teatro leído “Canna brevis”, por distintas confluencias, ha acudido aligerado de componentes, que han podido superar los inconvenientes surgidos.
   
 Un público importante: 45 asistentes, espectadores, en amplia mayoritaria femenina, entregados a la audición y mirada de la lectura dramatizada. Y cómplice, en la atención y seguimiento, señal de que la palabra ha calado: asienten con movimiento de cabezas cuando se les nombra situaciones humanas, las adversidades difícilmente superadas, el amor correspondido y el que se rompe, las infidelidades conyugales, la historia del tiempo hecha y soportada, mujeres que quedaron oscurecidas por las costumbres injustas que aquí se remueven.

     Y se ordenan en línea de aparición:

    · “Medea”, que cobra nueva vida en la palabra segura y el gesto entregado de Pepa Alcaraz.






   · Doña Mencía de Mendoza, en la expresión áurea y sonora dicción de Sonia Varó. 









 

· Catalina de Aragón y también la quijotesca ‘Maritornes’ arriesgadas por Santiago Delgado.





  · La docencia de Fátima de Córdoba y “La Mulata” de Velázquez, en enérgica e inquieta expresión de Juan Soriano.
     Quien también entregó la propina de “Canna brevis”, en recuerdo y homenaje, por su abuelidad, a Ángela Sánchez—Lafuente y su recién llegado nieto Mario.

    El texto impreso lo aguanta todo y bien. Pues sin que crujan las colañas, la improvisación sumada ha resultado humana a la vez que literaria.
   
   


       En Puente Tocinos (“Bacon bridge”, tópica nota de humor), se ha respondido con la pulsión que trasgrede lo previsible, en un espacio habitado por palabras leídas en voz alta y que, más allá de la literatura, fuera del texto o por él, se ha vivido la realidad de que forman parte las vidas de todas y cada una de las personas que llenaban el salón, junto con las vidas de las veintiséis mujeres de “Camafeos”.

        Cuando se emprende un recital ¿se sabe realmente adónde se va?
      Se hace a la mar la nave del misterio en la que ni siquiera el espejo interior refleja las incógnitas. Los espejos que nos recuerdan que al otro lado hay una realidad tan verdadera como el escenario que instantes después se habita. O es, por el contrario, que los espejos proponen una fuga, un viaje en la ficción.
    
        A la conclusión, se ha producido el acercamiento de los asistentes, que derraman y envuelven en felicitaciones personales por la labor hecha.



     Pocas situaciones cotidianas más misteriosas que cuando esperas que unas personas ahí, que personalmente no has llamado, vienen y se quedan. ¿Qué pasa ahí adentro?

     Ya en la calle, la bibliotecaria, su marido (el que hacía fotos) y otra señora se nos acercan y nos felicitan. La bonanza de la noche invita a conversar. La bibliotecaria de Puente Tocinos, mujer que lleva la iniciativa, al indicársele la asistencia abrumadora de mujeres y que hombres, los justos… en noche de fútbol, primero se muestra contenida y prudente; luego, comentando la evidencia y habitualidad de que los hombres son más remisos a acudir a este tipo de actos; ha sido como colocar el balón en el punto de penalti:

    Es que las mujeres somos más sensibles e inteligentes.

   Rubrico que, efectivamente, ha sido un público excelente. Y se agradece este crisol en la presencia. 
      Ella ha informado de que estaban presentes tanto las mujeres del Grupo de teatro del club social como las del grupo de lectura.
    Comprobamos un fehaciente dato más, un lujo: las mujeres leen y se ocupan en las complicadas y conmovedoras actuaciones teatrales. Mujeres depositarias de los estímulos culturales.
     Debería existir una señal pública que informara, como las de tráfico, con alegre precaución, en activa consideración y reconocida delicadeza ante la mujer que lee y participa.

     (Solo una mujer se ha ido antes de concluir el acto; pero, previamente, se ha mirado el reloj y, con inquieta expresión, (fantaseo), creo que pensaba:

    Con lo bien que estoy aquí y tengo que irme para hacerle la cena a alguien.

       La literatura debería abordar que el recital vive en el centro de una poética. En respuesta a la cuestión que, a raíz del fenómeno, deja a la afición con la miel en la boca.
Y todo ello en el fragor sin la presión del náufrago.

Canna brevis, con sus ocho agentes de la dramaturgia de la palabra dicha en voz alta y clara, prepara producciones más complejas, en su línea ascendente de practicar un “teatro leído de arte”.

     Y así será el próximo 27 de mayo, por el 750º aniversario de la Virgen de la Arrixaca. Lo que, ni qué decir tiene, se prepara con gusto e ilusión.

3 comentarios:

  1. Fantástico, Juan. Feliz de participar en estas travesías tan gozosas y en tan buena compañía. ¡Larga vida a Canna Brevis!

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  2. Muy buena y gráfica, como siempre, tu crónica de ese recital, en esta ocasión de Puente Tocinos. Pero un pequeño tirón de orejas, si me lo permites, por esa "abuelidad" que chirría. ¡Al menos ponle comillas o cursiva, hombre...! Y tampoco me ha convencido, por tópico, totalizador, simplista y excluyente, eso de que las mujeres son - somos - más sensibles e inteligentes. No estoy de acuerdo. De hecho, es una afirmación la de esa bibliotecaria, además de los otros adjetivos que le dedico, que me parece absolutamente pasada de moda y fuera de lugar. Y, por supuesto, incierta. Algunas mujeres son más sensibles e inteligentes que algunos hombres, sí. Pero también viceversa. Esa afirmación, como chascarrillo o como ironía, aunque más vista que el tebeo, no dudo que sería refrendada con todo entusiasmo por las feministas más radicales; o lo que es lo mismo: por las menos inteligentes y sensibles de ellas. NO obstante, debo matizar: sí corroboro, ratifico y refrendo que a ese tipo de actos acuden muchísimas más mujeres que hombres. ¿Quizás por ese pudor masculino que les impide reconocer que disfrutan públicamente con la lectura de poemas o cualquier acto cultural? ES una posibilidad, que apunto para el debate. De cualquier forma, Juan, gracias, como siempre, por tu crónica y perdón por el tirón de orejas de la "abuelidad". La RAE te perdone, que yo ya lo he hecho, porque eres mi amigo.

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  3. Gracias por tu comentario, —que se publica tal cual, como no podía ser de otra manera—, supone un toque de atención para el cuidado de lo que se escribe; un zarandeo.
    1.- Sin justificación diré que “abuelidad” (con o sin comillas) me gusta mucho más que “abuelez” (suena horrible) para señalar una situación vital de recibir a un nieto. La R.A.E., ¡oh!, institución que autoriza cada cosa… que esto no le supondría dislate alguno). (‘Abuelidad’, como ‘maternidad’, como ‘hermandad’…)
    2.- En lo del tópico, el único culpable soy yo. Pues puse en boca de alguien, en una mala licencia literaria, lo que sólo es producto de empañada y es casa imaginación. Pido disculpas tanto a quien se lo adjudiqué como a los lectores que, como tú, lo hayáis lamentado. (Por tanto, los adjetivos que se le asignan son injustos e inmerecidos). Y, efectivamente, la inteligencia y la sensibilidad están repartidas, de manera aleatoria, entre hombres y mujeres.
    3.- Agradezco el comentario, por razonado y por la libertad de expresión

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