¿Por qué caminamos senderos y espacios culturales?
Es la cultura del libro, experiencia y placer.
Entonar textos en la propuesta de transmitir mensajes e ideas ante público heterogéneo, es un juego de fuego que no quema, y estimula la sensibilidad de quienes asisten, investidos en la vocación de lo que las palabras contienen.
Unas veces, el empeño es creer que lo que se hace es
fundamental y, otras, nos sentimos minúsculos, a la vez, cerca y lejos, por si
no se alcanza a los corazones.
Ideas, formas, lenguaje, contenidos, distancias... Esta ocupación
y labor consiste en repensar todo esto como aprendices.
“Camafeos” es libro que se presta a la lectura en público.
Aun en la cadencia y continuidad de la técnica de presentación, cada vez se
renueva el texto, que se adapta a las circunstancias de la sala y de público donde
se expone, del orden de intervención en la lectura y los personajes-camafeos
que finalmente impregnen el aire.
Como el río Duero del romance escrito por
Gerardo Diego, el libro “Camafeos” es el mismo pero el agua riega tierras
distintas.
Sirve como metáfora y como acto. Porque, seguro y fuerte,
late en la pugna por el pan de la palabra escrita y el anhelo de ser escuchada en
el amparo de un escenario vivo y cultivado.

Correspondía ir a Puente Tocinos, en un complejo de
edificios socioculturales: Club social, Biblioteca y centro de mayores, ubicados
y colindantes en la plaza de América y calle Miguel Hernández. Un espacio para la cultura,
la palabra y la convivencia.
Comienzo puntual en el horario, con la guía y referencia del
atril, se procura que la calidez viva de las palabras, fermente, se agite y, desde
el escenario, se extienda al ámbito del salón.
El grupo de teatro leído “Canna brevis”, por distintas
confluencias, ha acudido aligerado de componentes, que han podido superar los
inconvenientes surgidos.
· “Medea”, que cobra nueva vida en la palabra segura y el
gesto entregado de Pepa Alcaraz.
· Doña Mencía de Mendoza, en la expresión áurea y sonora dicción
de Sonia Varó.
· Catalina de Aragón y también la quijotesca ‘Maritornes’ arriesgadas por Santiago Delgado.
· La docencia de Fátima de Córdoba y “La Mulata” de Velázquez,
en enérgica e inquieta expresión de Juan Soriano.
Quien también entregó la propina de “Canna brevis”, en
recuerdo y homenaje, por su abuelidad, a Ángela Sánchez—Lafuente y su recién
llegado nieto Mario.
El texto impreso lo aguanta todo y bien. Pues sin que crujan
las colañas, la improvisación sumada ha resultado humana a la vez que literaria.
En Puente Tocinos (“Bacon bridge”, tópica nota de humor), se
ha respondido con la pulsión que trasgrede lo previsible, en un espacio
habitado por palabras leídas en voz alta y que, más allá de la literatura,
fuera del texto o por él, se ha vivido la realidad de que forman parte las
vidas de todas y cada una de las personas que llenaban el salón, junto con las
vidas de las veintiséis mujeres de “Camafeos”.
Cuando se emprende un recital ¿se sabe realmente adónde se va?
Se hace a la mar la nave del misterio en la que ni siquiera
el espejo interior refleja las incógnitas. Los espejos que nos recuerdan que
al otro lado hay una realidad tan verdadera como el escenario que instantes
después se habita. O es, por el contrario, que los espejos proponen una fuga, un
viaje en la ficción.

Pocas situaciones cotidianas más misteriosas que cuando esperas que unas personas ahí, que personalmente no has llamado, vienen y se quedan. ¿Qué pasa ahí adentro?
Ya en la calle, la bibliotecaria, su marido (el que hacía
fotos) y otra señora se nos acercan y nos felicitan. La bonanza de la noche
invita a conversar. La bibliotecaria de Puente Tocinos, mujer que lleva la
iniciativa, al indicársele la asistencia abrumadora de mujeres y que hombres,
los justos… en noche de fútbol, primero se muestra contenida y prudente; luego,
comentando la evidencia y habitualidad de que los hombres son más remisos a
acudir a este tipo de actos; ha sido como colocar el balón en el punto de
penalti:
—
Es
que las mujeres somos más sensibles e inteligentes.
Rubrico que, efectivamente, ha sido un público excelente. Y
se agradece este crisol en la presencia.
Ella ha informado de que
estaban presentes tanto las mujeres del Grupo de teatro del club social como las
del grupo de lectura.
Comprobamos un fehaciente dato más, un lujo: las mujeres
leen y se ocupan en las complicadas y conmovedoras actuaciones teatrales. Mujeres
depositarias de los estímulos culturales.
Debería existir una señal pública que informara, como las de
tráfico, con alegre precaución, en activa consideración y reconocida delicadeza
ante la mujer que lee y participa.
(Solo una mujer se ha ido antes de concluir el acto; pero,
previamente, se ha mirado el reloj y, con inquieta expresión, (fantaseo), creo
que pensaba:
—
“Con
lo bien que estoy aquí y tengo que irme para hacerle la cena a alguien”.
Y todo ello en
el fragor sin la presión del náufrago.
Canna brevis, con sus ocho agentes de la dramaturgia de la palabra dicha en voz alta y clara, prepara producciones más complejas, en su línea
ascendente de practicar un “teatro leído de
arte”.
Y así será el próximo 27 de mayo, por el 750º aniversario
de la Virgen de la Arrixaca. Lo
que, ni qué decir tiene, se prepara con gusto e ilusión.
Fantástico, Juan. Feliz de participar en estas travesías tan gozosas y en tan buena compañía. ¡Larga vida a Canna Brevis!
ResponderEliminarMuy buena y gráfica, como siempre, tu crónica de ese recital, en esta ocasión de Puente Tocinos. Pero un pequeño tirón de orejas, si me lo permites, por esa "abuelidad" que chirría. ¡Al menos ponle comillas o cursiva, hombre...! Y tampoco me ha convencido, por tópico, totalizador, simplista y excluyente, eso de que las mujeres son - somos - más sensibles e inteligentes. No estoy de acuerdo. De hecho, es una afirmación la de esa bibliotecaria, además de los otros adjetivos que le dedico, que me parece absolutamente pasada de moda y fuera de lugar. Y, por supuesto, incierta. Algunas mujeres son más sensibles e inteligentes que algunos hombres, sí. Pero también viceversa. Esa afirmación, como chascarrillo o como ironía, aunque más vista que el tebeo, no dudo que sería refrendada con todo entusiasmo por las feministas más radicales; o lo que es lo mismo: por las menos inteligentes y sensibles de ellas. NO obstante, debo matizar: sí corroboro, ratifico y refrendo que a ese tipo de actos acuden muchísimas más mujeres que hombres. ¿Quizás por ese pudor masculino que les impide reconocer que disfrutan públicamente con la lectura de poemas o cualquier acto cultural? ES una posibilidad, que apunto para el debate. De cualquier forma, Juan, gracias, como siempre, por tu crónica y perdón por el tirón de orejas de la "abuelidad". La RAE te perdone, que yo ya lo he hecho, porque eres mi amigo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, —que se publica tal cual, como no podía ser de otra manera—, supone un toque de atención para el cuidado de lo que se escribe; un zarandeo.
ResponderEliminar1.- Sin justificación diré que “abuelidad” (con o sin comillas) me gusta mucho más que “abuelez” (suena horrible) para señalar una situación vital de recibir a un nieto. La R.A.E., ¡oh!, institución que autoriza cada cosa… que esto no le supondría dislate alguno). (‘Abuelidad’, como ‘maternidad’, como ‘hermandad’…)
2.- En lo del tópico, el único culpable soy yo. Pues puse en boca de alguien, en una mala licencia literaria, lo que sólo es producto de empañada y es casa imaginación. Pido disculpas tanto a quien se lo adjudiqué como a los lectores que, como tú, lo hayáis lamentado. (Por tanto, los adjetivos que se le asignan son injustos e inmerecidos). Y, efectivamente, la inteligencia y la sensibilidad están repartidas, de manera aleatoria, entre hombres y mujeres.
3.- Agradezco el comentario, por razonado y por la libertad de expresión