[II]
“Punto
Cero”: El vacío como
presencia.
Para comprender la tierra
bañada por el mar y los ríos, una visita previa y panorámica, en autobús.
(La ciudad de los
cinco condados o boroughs: Bronx,
Brooklyn, Manhattan, Queens, y Staten Island).
— Datos de mapas y nombres raros.
— Pierde cuidado.
Solo es mirar el dinamismo de las calles y de su gente: la riqueza, las etnias
de la ciudad, la belleza, la pobreza...
El viajero, aprendiz de narrador,
imita a Odiseo—Ulises, de camino
a la Ithaca americana en el centro del estado de Nueva
York, cuenta detalles.
—
Ítaca sigue siendo el
lugar mítico de Grecia, —señala un caminante.
—
Ahora corresponde hablar de
Nueva York, suceden las cosas y trascienden a todo el mundo. La Grecia antigua
es el modelo.
—
¿Qué contarás, viajero de
la palabra?
—pregunta sin impertinencia un observador.
—
Ni una historia ni una
fábula. Solo la mirada a un universo que se completa a medida que avanza el
tiempo. Nueva York, la ciudad de las vibraciones, renace como el Ave Fénix.
Sí por Harlem, barrio
redimido de una pobreza endémica que acredita una floreciente economía y estabilidad
social desde hace treinta años: ya no es el barrio inseguro de las noticias y
las películas.
Y situar Chelsea,
donde hubo el atentado reciente, explosión de un contenedor con bastantes
heridos, días antes de llegar. Políticamente es
un barrio de simpatía por el partido demócrata; el presidente Bill Clinton, en
vez de ubicarla en Manhattan, puso la oficina electoral y de asuntos políticos en
Chelsea.
La mayor parte
de galerías de arte están en Chelsea.

Parada en la Cathedral
de san Juan el Divino, la catedral anglicana más grande del mundo, conocida
como ‘la interminable’. Porque sigue inacabada.
Y un devaneo breve
por Central Park, que queda cerca.
Nueva York también
es la cuna de muchos movimientos culturales.
El Soho se
convirtió en foco artístico. Y los artistas han ocupado el barrio de moda,
Brooklyn. Sólo unos pocos buscaron su espacio en la que ahora es la zona más
cara de Manhattan, pese a llamarse “cero”.

—
Fue el peor día de mi
vida, no recuerdo otro igual ni de lejos,
—asegura el uruguayo Jorge, el guía de los primeros días.
El 11 de septiembre de 2001, a las 8.46 horas de la
mañana, en aquel momento supimos que se había acabado el siglo XX.
Nada se apague,
respire la memoria
sin olvido.
Incluidas las palabras,
permanezca el tiempo
y la vida continúe.
Quizá se necesite una
pregunta para comenzar y no se halle. En el sitio y entre tantas personas no se
es capaz de hablar de sí mismo.
Dolor existencial común: vienen,
permanecen un rato y se retiran estremecidos y silenciosos. Es difícil poner
voz a las impresiones, a las emociones que se desatan en el mundo oscuro donde
tiene importancia hasta lo más insignificante.
¿Por qué?
Estábamos
impacientes por explorar el lugar donde ninguno había estado. El sol matinal
pegaba fuerte.
En el encuentro
con el hueco nacido
de la nada silenciosa.
Náufragos en la soledad
del pensamiento,
solo el agua para nombrar.
Contigo esta ciudad
camina a donde tú vayas.
Podría escribirse una carta a
Nueva York, que sería de amor triste y llena de nostalgia de una ciudad herida
por el caos, el horror y la muerte. La urbe jamás volverá ser la misma.
En el eco del 11-S suenan bomberos, policías,
trabajadores, artistas, fotógrafos y vecinos del WTC: trabajaron juntos. La ciudad ha recuperado su dinamismo, aunque se
camina con la sensación de una pérdida de algo que supone un cambio
irrevocable. Es una forma de decir que jamás habrá olvido.
Otra Nueva York ha nacido y se
despliega mirando al futuro.
De lo íntimo a lo público, todo está relacionado. La influencia de los lugares en la
mente y el corazón. En el lugar fluyen símbolos de homenaje a los que
desaparecieron y a la ciudad:
1.- Los huecos donde
estuvieron las torres destruidas,
y 3.- La terminal de
transportes, la ‘Paloma’, diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava,
llamando a la paz, es, además un monumento y un museo en memoria de la tragedia,
ha sido.
Las alas de esa cubierta se
alzan como si fuera un pájaro dispuesto a volar y dejar pasar la luz, incluso
hasta 18 metros de profundidad, donde están los andenes de la estación y el espacio
para locales comerciales.
(Interior de la "paloma")
Calatrava indicó que la idea
de dejar pasar la luz hasta lo más profundo era un símbolo de renacimiento y de
la renovación de la ciudad tras los atentados.
Da la impresión de que
escribir sobre el 11-S podría ser increíblemente desalentador. Porque es
difícil captar el mundo interior de la gente en su día a día y en sus
pensamientos hasta los más insignificantes, fundiendo pasado y presente.
Nueva York, que es para
deambular por sus calles, cambia el curso de la vida. No puede haber despedida,
pues la ciudad encierra las aspiraciones que rodean el resplandor de los sueños,
veteado de sombras de un azul imposible.
—
El comentario ha fluido con
cierta compostura. Una crónica elaborada con palabras graves.
—
Había que decirlo. Aunque supusiera aspereza.
Nota.- Aguardan
momentos de agradable tránsito en la ciudad de los rascacielos.
Habrá oportunidad
Me parece genial el título de tu segunda crónica: El vacío como presencia. Y me gustan tus miradas a la ciudad, porque así se asientan las mías.
ResponderEliminarPor favor...sigue contando.
Me ha trasmitido tu crónica una sensación de inmediatez, de familiaridad... Cómo decirlo ( no soy tú escribiendo, caramba). El que alguien cercano y querido como tú haya estado en un sitio así, y nos lo cuente de esa forma, me hace, de algún modo, estar allí. Es, siempre, ese poema de Pedro Salinas de "Qué alegría vivir sintiéndose vivido... / porque alguien ve el mundo con tus ojos" ( cito de memoria, perdón por las licencias). Y tú me lo has contado con los tuyos, amigo Juan, y me gusta cómo lo haces, porque me haces verlo a mí también. Como siempre, gracias.
ResponderEliminar